Hoy hablamos de
El primer ministro canadiense Mark Carney en una rueda de prensa sobre aranceles el 27 de marzo en Ottawa.
02/04/2025
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Me miraba un reportaje de Lídia Heredia, en una licorería estadounidense, hablando de los aranceles que grabarán productos venidos de fuera (no es necesario recordar el vino europeo) como el tequila mexicano o el whisky canadiense.

Alguien puede pensar que no es tan importante, y que en todas partes se puede hacer de todo. Sí, pero no. Claro que alguien puede plantar xarel·lo o taladrado donde quiera, pero las variedades xarel·lo y taladrado no vivirán bien en todas partes y, si viven, no se expresarán nunca como en casa (nuestra). Sin embargo, en el caso del whisky canadiense hay una cuestión, digamos de nacionalismo y orgullo americano, importantísima. El famoso cóctel que tantas veces hemos visto tomar en las películas, el más famoso, quizás, llamado Manhattan, se hace con whisky canadiense.

Se puede hacer con otros whiskys, claro, y en muchas coctelerías catalanas, de hecho, te preguntan qué quieres o te hacen propuestas de reinvenciones, que son maravillosas. Se basan, naturalmente, en el conocimiento de esta historia. Porque el Manhattan original es con whisky canadiense. Seguro que ha visto la botella, de etiqueta blanca y letras cursivas negras donde dice Canadian Club 1858. Y es con whisky canadiense, justamente, por una prohibición de las autoridades, que siempre lo escarparon todo. Por culpa o gracias a la Ley Seca, se hacía licores en casa con lo que tenía, de muy mala calidad (y de ahí las mezclas con zumo y azúcar). Como no había whisky americano, pero había canadiense (que se importaba ilegalmente, claro), he aquí que la receta original del Manhattan es con Canadian. Cualquier cuento de la maravillosa Dorothy Parker te transporta al ambiente de esa época en la que todo el mundo hacía ver que tomaba té helado. Cuando alguien prohíbe algo divertido suele pasar siempre lo mismo: que se la sigue haciendo, pero a hurtadillas.

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