Hoy hablamos de
Policías en una imagen de archivo.
14/04/2025
Periodista, Doctor en Ciencias de la Comunicación y Músico.
6 min
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Las fuentes policiales son de consumo obligado porque proporcionan titulares golosos al periodismo. De acuerdo con los tiempos, se han ido especializando, han creado gabinetes de comunicación e incluso han perfeccionado y humanizado el "cuerpo del delito" poniéndose cara y ojos en el formato del portavoz o la portavoz, paradigma de la periodista Patrícia Plaja, que tras encargarse de la comunicación de los Mossos más de una.

El lector Carlos Guardia aborda el tema con la competencia de quien –como dice él mismo– en otra vida hizo de periodista, y lo hizo al nivel de la excelencia y en las cuestiones que me plantea. Siguió operaciones posteriores al 11-M, vivió y vio espectaculares penas del Telediario que acabarían en nada, "toda esa ola histérica fue posible porque los periodistas nos animamos con los relatos apocalípticos y sensacionalistas de los cuerpos policiales y de los jueces estrella de la Audiencia Nacional", y ahora, desde su implacable bagaje, nos interpela:

"Benvolgut Sr. Batista, aquest matí [01/04/2025] l'ARA ens ha alarmat amb una «Última hora» espectacular: «Operació contra l'estructura logística de Hezbollah a l'Eixample de Barcelona»! Caram, quina por! Se suposa que pensarà qualsevol lector. Però a mi m'ha semblat un titular molt exagerat i innecessàriament alarmista, sobretot després de llegir el text. Hi heu posat molt més pa que formatge: no hi ha detinguts, ni explosius, ni armes, almenys de moment. O sigui, com a «estructura logística» d'una força militar molt potent és un bluf com una casa. Em sembla que l'ARA ha caigut darrerament en un defecte molt estès a la premsa barcelonina que consisteix a «comprar» sense reserves tots els comunicats policials, ja siguin els oficials, com els abocats a cau d'orella. Vostè té prou experiència per saber que els cossos policials espanyols (molt menys els Mossos d'Esquadra, em sembla) tendeixen a exagerar molt la nota a la hora de contar sus servicios. Esto cuando no emiten falsedades muy gruesas, sobre todo en los casos cargados políticamente, sea el independentismo o el yihadismo".

Gemma Garrido, jefe de Sociedad, y Cesc Maideu, redactor de la noticia, me hacen en manos su opinión:

"El señor Guardia debe referirse a la primera versión de la noticia sobre el operativo publicada por la mañana, con pocos párrafos, con la confirmación de los hechos por la Guardia Civil. Se trataba de una información que evolucionó a lo largo del día, por lo que los vacíos que apunta el lector (como no se dice si hay iban desgranando. Finalmente, se pudo constatar que hubo tres detenidos en Barcelona, ​​Reino Unido y Francia en un operativo simultáneo por haber colaborado con el abastecimiento desde Europa de piezas para fabricar más de mil drones".

Los redactores del ARA concluyen que la información era de interés público "por el estado de alerta terrorista activado en Catalunya y el contexto conflictivo en el mundo" y que fue tratada con rigor, sin exageraciones y citando a fuentes diversas y contrastadas.

Efectivamente, como señala el colega Carles Guardia, conozco el tema de las fuentes policiales sobre todo por mi cobertura del conflicto vasco, y en función de la avalancha de dudas y reflexiones decidí aclararme desde el análisis académico. Los gabinetes de comunicación de la policía tienen una función propagandística –en esto no difieren de otras comunicaciones corporativas y tienen todo el derecho–. El problema grueso para la periodística es que los gabinetes policiales están en el umbral de la presunción de inocencia, contemplada por la legislación y por nuestro código deontológico.

Las fuentes policiales "vienen" –en relación al "comprar" del lector– logros y, con su difusión, refuerzan la sacrosanta idea de la seguridad ciudadana, gran valor electoral, de tal modo que cuanto más criminal es el detenido más se retroalimentan el cuerpo y la política. Pero resulta que los detenidos están en posesión de la presunción de inocencia, que no se extinguirá hasta que un juez dicte sentencia. Las estadísticas nos dicen que no pocos casos de detenciones acaban en nada. Aquí coinciden mis números con los que menciona Guardia, referidos a las operaciones posteriores al 11-M: "De todas las docenas de detenidos, sólo una fracción fueron procesados ​​y una fracción aún menor fueron condenados, muchos por delitos distintos a los de terrorismo (papeles falsos, robos, etc.)", con el .

Mi propuesta académica fue que, para resolver la eventual lesión de un derecho tan fundamental como el de la presunción de inocencia, debería legislarse que los gabinetes de prensa de la policía, al ser institucionales y sufragados por el erario público, lo fueran también del detenido, si lo estima conveniente. Que den voz al detenido oa su abogado como contraste garantista de oficio.

Dando por imposible esta utopía, el periodismo debe activar todos sus recursos para proteger la presunción de inocencia, más allá de la retórica habitual del juego adverbio-adjetivo presuntamente-presunto o la remisión a las fuentes; aquí cito Àlex Gutiérrez, que en su Pare máquinas del pasado día 7 escribía: "La aparente asepsia de recoger lo que dice una fuente acaba convirtiendo a quien le hace de altavoz acrítico en colaborador necesario, aunque sea por omisión".

El tratamiento de la noticia actora, efectivamente, tal y como apuntan Garrido y Maideu, transitó en un interés decreciente directamente proporcional al alejamiento de las fuentes policiales de partida: la mayoría de medios de la inmediatez abrieron con la alarma ya medida que el tiempo crecía la noticia menguaba. El ARA en papel del día siguiente no sólo no daba la noticia en portada sino que la relegaba a la página veinte, penúltima de actualidad, con titulación ligera a dos columnas y bajo el epígrafe "Succesos".

Réquiem por la lectora escritora Amparo Pujadas

En la séptima sección del Defensor del Lector, del 4 de agosto del año pasado, me hacía eco de la comunicación insólita de la lectora Amparo Pujadas Gilabert, que a sus 96 años leía cada día el ARA con satisfacción de estar bien informada, y dada mi función por elevación –digamos– me enviaba el libro que escribió cuando tenía 86 años. Había empezado a realizar talleres de escritura desde su jubilación y veinte años después, como los mosqueteros de Dumas, se atrevía a cargar de tinta la pluma y la impresora del ordenador.

Agradecida, a principios de año me hizo llegar los manuscritos de su obra completa, donde lucha una dote natural para la narración, la imaginación y el sentido del humor. El 30 de marzo ha fallecido a 97 años, acompañada por su sobrino médico, Octavi Pujades, aunque su carrera profesional le ha dado a conocer como actor. Le pusieron el nombre del tío que murió a los 30 años en el sanatorio de La Guiche, por una tuberculosis contraída en los campos de internamiento franceses, donde aquel voluntario de la CNT fue a parar al término de la guerra civil. Amparo guardó sus cartas y las dio en el Archivo Nacional de Catalunya, culminando una vida de servicio cívico que ya había ejercido en trabajos de responsabilidad en la ONCE.

Mantuvimos el contacto, y finalmente el pasado 20 de marzo, diez días antes de morir y el día que lleva la primavera la bandolera de Serrat, nos conocimos escasamente en un acto público. Pequeña pero con fuerza vital, belleza contra la vejez, elegancia, mirada penetrante, apretón de manos con la fuerza muscular del cariño. Me invitó a un café en su casa y, con esa travesura que exudaban sus frases, me dijo que me llevara el azúcar.

No hago un obituario sino un réquiem, concretamente el del maestro Pérez Moya (Josep Ma Casasús le recordó al Antes de ARA), que ella trató cuando era director del Orfeón Santa Cecilia de la ONCE. A Amparo Pujadas le gustaba la música, de Bach y Beethoven a Llach y Sisa, creador del séptimo cielo que le habrá acogido.

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