El análisis de Antoni Bassas: 'Joder a los no vacunados'

¿Qué tenemos que hacer con los no vacunados que no se quieren proteger pero que después, cuando entran en el hospital, se dejan administrar todo tipo de medicamentos sin los problemas de conciencia o las teorías de la conspiración que habían argumentado para no vacunarse?

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En Francia tienen el mismo problema que en cualquier país: las personas no vacunadas de covid-19 llenan los hospitales. ¿Cómo se puede conseguir que se vacunen? ¿Con campañas en Tinder, como por ejemplo hará la Generalitat? ¿Con buenas palabras? 

Este martes el presidente francés, Emmanuel Macron, puso la directa y dijo que lo que él quiere es joder, hacer la vida imposible, a los no vacunados porque son unos irresponsables. Claro que Francia tiene el mismo problema que cualquier otro país, pero Macron tiene un problema diferente de algún otro presidente, y es que en abril, dentro de tres meses, tiene que ir a elecciones presidenciales y necesita pisar fuerte.

Por lo tanto, la fuerza de los argumentos de Macron queda sombreada por las razones electorales de una intervención tan dura. Aún así, escuchamos sus argumentos en una entrevista a Le Parisien: “No quiero hacer enfadar a los franceses, pero a los no vacunados tengo muchas ganas de joderlos [les emmerder], tengo muchas ganas de cabrearlos. Y así lo seguiremos haciendo, hasta el final. Esta es la estrategia. Estamos presionando a los no vacunados limitándoles al máximo el acceso a las actividades sociales. No los pondré en la prisión, no los vacunaré por la fuerza, pero a partir del 15 de enero ya no podrás ir al restaurante, ya no podrás ir a tomar un café, ya no irás al cine. Casi todo el mundo, más del 90%, se ha adherido a la vacunación y es una minoría muy reducida la que resiste. Cuando mi libertad amenaza la libertad de los demás me convierto en un irresponsable. Una persona irresponsable ya no es un ciudadano”.

Macron exagera y se endurece a la manera de la derecha más ultra, porque conceptualmente, por más que una persona no se quiera vacunar, no por eso deja de ser un ciudadano. 

Macron pone la directa por una razón lógica, sin embargo. No puede decretar la vacuna obligatoria si no puede castigar, encarcelar, a los que no se vacunan, pero dice que en una situación de pandemia no vacunarse no puede significar poder seguir haciendo vida normal, y por eso endurece las restricciones de la vida social de los no vacunados. 

Que un presidente diga que quiere joder a un tipo de ciudadano, por minoritario que sea, nos lleva a los signos del tiempo, en los que el lenguaje divisivo se ha apoderado del discurso público. Y, con todo, más allá del tono, que le asegura titulares, ¿qué tenemos que hacer con los no vacunados que no se quieren proteger pero que después, cuando entran en el hospital, se dejan administrar todo tipo de medicamentos sin los problemas de conciencia o las teorías de la conspiración que habían argumentado para no vacunarse?

El debate es mundial. Ayer se supo que el Open de Australia de tenis ha conseguido que Novan Djokovic pueda entrar en el país a disputar el torneo a pesar de que no se sabe si está vacunado. Hoy el entrenador de tenis Toni Nadal escribe en El País muy acertadamente que el propio Djokovic, sin desvelar datos de salud que solo son para él y su médico, tendrá que probar que entra dentro de los supuestos de una excepción. No solo por justicia deportiva, sino por respeto al esfuerzo mundial de vacunación que salva vidas, que no puede ser ninguneado solo por la sospecha de que un torneo de tenis no quiere quedarse sin la figura que le da audiencia. ¿Qué medidas hay que tomar sobre las personas que no se han querido vacunar? ¿Hay que tomarlas?

Un recuerdo para los exiliados y para los represaliados. Y que tengamos un buen día.

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