Desde el día en que Pablo Iglesias e Íñigo Errejón rompieron, estaba claro: las inercias autodestructivas del izquierdismo se ponían en marcha, empezaba la cuenta atrás hacia la autodestrucción de Podemos. Ya ha llegado la hora. Todo hace pensar que asistiremos ahora a un canto del cisne, que lo máximo que puede llegar a conseguir sería tumbar a la mayoría actual y regalarla a la derecha.
Tanto en la legalidad como en la clandestinidad siempre ha terminado igual. Existe una pulsión suicida, en parte por cierta confusión del mundo propio con la realidad, que no falla. En el antifranquismo se multiplicaban los grupos que se presentaban como la verdadera izquierda revolucionaria y anunciaban el asalto al PSUC y el PC, acusados de conservadores y claudicantes. Todos se fueron desdibujando, muchos militantes acabaron incorporándose a las filas del enemigo —el PSUC, en nuestro caso—, que era el único que tenía grosor, estructura y cierto sentido de lo posible.
Estamos en democracia, una etapa de mayoría llamada progresista, y lo es, aunque solo sea por contraste con la otra parte, una derecha cada vez más virada hacia posiciones reaccionarias, hasta pactar con el neofascismo de Vox, y la historia se repite. Siempre con las mismas claves: personalismos gangrenosos, dificultad de pasar de la gran promesa a la lógica de lo posible, insolencia moral que a veces recuerda el clericalismo, confusión entre ideología y política, y un punto elitista vestido de populismo que acaba teniendo efectos refractarios sobre la gente. Afloran las guerras de egos y capillitas y acaban abandonados por los ciudadanos.
¿Cómo se puede quemar tan rápido una ola como la del 15-M, que llegó a pisar los talones al PSOE? La ley de igualdad de género, que debía coronar su aportación, entró en un delirio de personalismo y de pésima gestión que hizo borroso un gran avance, y va camino de ser su epitafio. ¿Está destinado Sumar -donde tampoco faltan los personalismos- a seguir el mismo camino? ¿Serán los comuns —siempre más prudentes— capaces de no dejarse arrastrar? Cuando la corriente se tuerce, mal vamos. Y no es un asunto menor, porque llega en un momento en el que la alternativa al actual gobierno progresista es la derecha radicalizada de PP y Vox.
Y es inquietante ver que esta crisis coincide con un momento en el que distinguidos académicos e intelectuales, a menudo provenientes de actitudes progresistas, reconocen a Vox y justifican, en nombre de la patria, por supuesto, la entrega de Feijóo al autoritarismo postdemocrático.