Baleares, malestar y movilización

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La histórica manifestación recorrió ayer el centro de Palma también por la vivienda digna.

La manifestación del pasado sábado en Palma contra la masificación turística, bajo el lema Mallorca no se vende, fue un éxito que desbordó (como suele decirse, pero es cierto) todas las expectativas. Muchos miles de personas se fueron –ordenadamente, civilizadamente– por el centro de la ciudad protestante contra un modelo económico que ahoga a Baleares y que hace que, para muchos de sus ciudadanos, sea imposible vivir. Las discusiones sobre cifras de asistentes son ociosas: tanto esta concentración como la del pasado día 5 en favor de la lengua catalana (bajo el lema Sí en la lengua) forman parte, sin lugar a dudas, de las manifestaciones más numerosas, contundentes e importantes de la historia de Baleares. El éxito del Mallorca no se vende aún es más remarcable si tenemos en cuenta que no la convocaba ninguna de las entidades habituales, sino una pequeña, el Banco del Tiempo de Sencelles, formada por personas afectadas por la emergencia habitacional y que se estrenaba como organizadora de una convocatoria de este tipo. Han obtenido eco incluso en la prensa alemana y británica (los principales mercados turísticos de Baleares) y han dado, desde la sociedad civil, una imagen clara de un malestar que crece cada día, y que comienza a ser compartido por franjas muy amplias de la población. Con motivo, porque en la cuestión turística (en la cuestión del modelo económico) se encuentra la clave del futuro que pueda tener Baleares. O el no futuro, que decían los punks.

Justamente la semana pasada, en Mallorca, se produjo una secuencia de hechos al respecto que habla bien por sí sola. El miércoles, la presidenta Marga Prohens presentó con bombo y platillo (y rodeada de hoteleros y toda la quema y la pomada del turismo de masas) un Pacto Social y Turístico por la Sostenibilidad de las Islas Baleares, tan pomposo como vacío, con el que (a juzgar por el discurso de la propia presidenta durante la presentación) se pretende hacer ver que se actúa contra la saturación y la masificación mientras en la práctica se sigue como siempre, o peor.

Al día siguiente de esta presentación tan rumbosa, un local turístico de la Playa de Palma (uno beach club) se derrumbó desde la terraza hasta el sótano: murieron cuatro personas y dieciséis resultaron heridas de diversa consideración. Dos días después, se celebró (es la palabra adecuada) la gran manifestación.

Los problemas derivados de la masificación son, en primer lugar, económicos (imposibilidad de encontrar un lugar donde vivir, empobrecimiento y precarización del mercado de trabajo, incremento de las desigualdades), pero también, y con igual gravedad, ecológicos, culturales, educativos y de cohesión social. Dentro del reparto de tareas productivas del mundo occidental, en el área mediterránea nos ha correspondido el rol de lugar de esparcimiento al por mayor, y las consecuencias son devastadoras en todos los órdenes. Estamos lejos de llegar a ningún cambio significativo, pero el mantra de quienes defienden el estado de cosas actual (“vivimos del turismo”) es una falsedad y es necesario desenmascararla lo antes posible.

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