Antes de argumentar el título de este artículo, que pretende explicar las razones por las que el BBVA debería abortar la opa sobre el Banco Sabadell, quiero subrayar dos premisas que no son en modo alguno menores: la primera es que el banco de origen vasco tiene todo el derecho a intentar comprar otro banco, sino que sólo puede derribar el mercado legal; un competidor, si éste acepta ser comprado. La segunda premisa consiste en afirmar que son los propietarios del Banco Sabadell, y sólo ellos, los que tienen la potestad de vender o de rechazar la operación. poder alcanzar su objetivo. Estas condiciones se añaden a las que la autoridad española reguladora de la competencia aprobó hace apenas unas pocas semanas.
No entraré a valorar el contenido de las condiciones impuestas, sobre todo porque este artículo no se dirige prioritariamente a personas expertas o entendidas, sino al público en general. Por tanto, dejaré de lado tecnicismos que están al alcance de unos pocos para centrarme en conceptos que casi todo el mundo puede entender. Lo principal de estos conceptos es que todo bien económico debe ir asociado a un bien social. Y cada vez tendrá que ser más así.
En el caso que nos ocupa, no está claro que el bien económico exista. En cambio, es muy evidente que bien social no hay ninguna. Me explico: hay gente que puede defender que en Europa se necesitan menos bancos y mayores, para poder competir en mejores condiciones. Otros pueden pensar que las fusiones bancarias deberían realizarse entre entidades financieras de países diferentes, y no entre las de un mismo país. Otros pueden argumentar que no son necesarias las fusiones o las concentraciones, para evitar oligopolios financieros que restringen la libre competencia. Todo esto haría referencia a razones de orden económico, y toda opinión puede tener sus defensores o detractores. Sin embargo, cuando entramos a valorar el bien social, aquél que va más allá de posiciones puramente económicas, los matices pierden notoriedad y hay que ir al núcleo duro de los impactos sobre la ciudadanía.
Si para calcular el impacto social de la opa cogiéramos como termómetro las reacciones contrarias a ésta, veríamos que la suma de todas ellas resulta abrumadora. Fijémonos en la lista de quienes se han expresado en contra: los dos gobiernos más directamente afectados, el catalán y el central; ambos Parlamentos, el catalán y el español, con mayorías amplias contrarias, especialmente en el caso catalán; las organizaciones empresariales más representativas, tanto de grandes como de pequeñas y medianas empresas; los sindicatos; la mayoría de partidos políticos; y entidades del tejido asociativo, algunas de ellas con potente altavoz en nuestra sociedad. Es decir, todo un entramado de organizaciones que representan a la ciudadanía o sectores muy significativos de la sociedad rechazan abiertamente que el BBVA controle la propiedad del Sabadell.
La pregunta clave, entonces, es si un banco de la dimensión del BBVA puede desatender un clamor de la dimensión del descrito que se opone a sus pretensiones. Mi respuesta es que no. No puede hacerlo, pero sobre todo no debe hacerlo. Sus ambiciones pueden ser legítimas, pero cuando el rechazo social es tan contundente hay que saber detenerse y anunciar su retirada. Una entidad financiera del tamaño del BBVA, por muy privada que sea, debe entender que su rol supera con mucho el mero interés económico o la búsqueda de un mayor beneficio. Dicho de otro modo, y para que se entienda sin tapujos: no se puede parar la mano para rescatar a entidades financieras con dinero público cuando las cosas van mal dadas, con el argumento de que un banco grande no puede caer por su efecto arrastre sobre la economía, y luego ignorar esa dimensión social cuando conviene. Hay que saber estar en las verdes y en las maduras. Al BBVA ahora le tocan verdes, pero en épocas no muy lejanas le tocaron maduras, cuando pudo adjudicarse una parte sustancial de la tarta financiera que representó la liquidación del sistema de cajas de ahorro en nuestro país.
Toca retirada. No por carencia de legitimidad, sino por la ausencia de un bien social. Continuar con la opa equivale a menospreciar el comportamiento de gobiernos, Parlamentos y entidades representativas. En Cataluña, el rechazo es tangible, coral y sonoro. A veces hay que saber dar un paso atrás para después poder dar un paso adelante, cuando las circunstancias sean propicias.