Burocracia: el laberinto de los arquitectos

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Archivadores en una protesta contra el exceso de burocracia en Alemania.

En la época actual, en la que la digitalización forma parte de casi todos los aspectos de nuestra vida, resulta inevitable recordar aquel mítico episodio de Astérix y Obélix en el que nuestros héroes debían superar las doce pruebas impuestas por César. Los intentos de la pareja de galos por conseguir el boletín A38 nos transportan, con una ironía desgarradora, a las vicisitudes actuales de nuestra administración pública.

En aquella mítica prueba, Astérix y Obélix se enfrentan a una administración absurda, caracterizada por la lentitud y las contradicciones, que en la actualidad se han acentuado con la digitalización. Con la intención de modernizar y agilizar los procesos, se ha realizado una transición hacia el papel cero en la administración pública. Un cambio que ha supuesto la despersonalización de los trámites y ha resultado, en muchos casos, una barrera para aquellas personas que no están tan familiarizadas con la tecnología, como son muchas personas mayores.

En esta nueva era digital en la que debería suponerse una mejora en eficiencia, la lentitud es exagerada. Un ejemplo claro de este fenómeno es la tramitación de licencias de obras, un proceso que debería ser ágil y eficaz, pero que a menudo se convierte en una auténtica odisea. La media de espera ha aumentado y las quejas de ciudadanía y profesionales resuenan como un llamamiento a la necesidad de cambios.

El problema está en la falta de adaptación y de una planificación adecuada. Las deficiencias en el sistema se deben a una combinación de factores, incluyendo la insuficiente inversión en formación para la ciudadanía, las limitaciones de las plataformas de gestión de expedientes de la administración y la falta de ajuste y medida de los procedimientos administrativos. Tras la pandemia, muchos de estos problemas se han acentuado.

El último ejemplo lo encontramos en la redacción de leyes, como el nuevo Código de Accesibilidad, que ha acentuado el laberinto normativo. Con más de 300 páginas, este texto bienintencionado y necesario para todos los colectivos se ha convertido en un reto adicional para los profesionales técnicos que deben hacerlo realidad. Las contradicciones con otras leyes y la complejidad del texto hacen que su aplicación sea una tarea titánica.

La administración pública ha perdido, en cierto modo, la empatía hacia la ciudadanía y los profesionales de la arquitectura nos vemos atrapados en este laberinto de gestiones. Los obstáculos a los que nos enfrentamos deben ser corregidos a través de una voluntad política inequívoca y el esfuerzo colectivo.

En este contexto, procesos como la instauración de los IIT (Informes de Idoneidad Técnica), a través de la colaboración entre los colegios profesionales técnicos y el Ayuntamiento de Manresa en materia de licencias de obras, representan un paso adelante hacia la mejora de la empatía y la humanización de estos trámites. Una iniciativa que no sólo hace más ágiles los procedimientos, sino que también establece un canal de comunicación más transparente y colaborativo entre administración, ciudadanía y profesionales. Reducimos las barreras y evitamos malentendidos comprendiendo mejor las necesidades y expectativas de todos los implicados. Un modelo que debería ser replicado en el resto de municipios de Cataluña, ya que beneficiaría tanto a la ciudadanía como a los profesionales de la gestión administrativa y contribuiría a la construcción de una administración más eficiente y orientada al servicio de la ciudadanía.

Es necesario que la transición hacia la digitalización y el papel cero esté acompañada de mayor empatía y sensibilidad. El camino hacia la modernidad no debería parecerse a la odisea que nos dibujaban con humor Astérix y Obélix en la Galia y es urgente que responda a la realidad presente.

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