Escribía el año pasado que unidad es una palabra deslumbrante, y que quizá nos deslumbre si PP y Vox llegan al poder Mientras, Joan Tardà ha publicado un artículo proponiendo un viraje estratégico de ERC para que se convierta en un partido "no exclusivamente independentista", que apela le a las izquierdas que defienden la autodeterminación para representar mejor la pluralidad del país. patriotas de siempre. Estos ataques pueden hacernos empatizar con él y con cualquiera que es suficientemente libre para enfrentarse a los que practican lo que Ferran Sáez llama "la herejía por aclamación". Pero eso no quiere decir que no podamos ver puntos débiles. en su apuesta. Lo principal es que una alianza de este tipo dificulta todo tipo de colaboración de ERC con Junts, que es un aliado indispensable para conseguir avances en un sentido soberanista. Si realmente se crea un tercer espacio de izquierda "autodeterminista" (como lo llama Tardà), este espacio debe ser capaz de cooperar con el PSC y Junts cuando sea útil, y enfrentarlo -se ahí también cuando convenga A pesar de todo, como escribí también hace una semana, sumar escaños es mucho más fácil que sumar votos, y no es descartable que una opción electoral unitaria de la izquierda "autodeterminista" sumara sufragios, pero también dispersé, como ya le ocurrió en el 2015 en la candidatura de Junts pel Sí.
En cualquier caso, estamos hablando del caparazón del huevo, y no de la yema. La política catalana es volátil, ciclotímica, sufre un déficit crónico de poder y (ahora también) de iniciativa. Donde nos jugamos las algarrobas es a nivel personal y social. Lea el último discurso que ha hecho Xavier Antich, presidente de Òmnium, dirigido a los socios de la entidad. Es un discurso sin apelaciones a los partidos, dirigido directamente a los ciudadanos, como principales actores de la nueva etapa. Habla de construir un nosotros, un "nosotros inclusivo", es decir, abierto a todo el mundo, pero con la lengua como principal eje vertebrador de la nación catalana. Dice otra cosa importante, y es que este reto "no puede esperar cuatro años" sino que debe asumirse ahora mismo. Es decir, que no debe ser la política ni la dinámica electoral la que debe marcar el ritmo.
Es cierto que una parte del trabajo debe hacerlo el Gobierno (por ejemplo, atender a los cientos de miles de personas que esperan plaza para aprender catalán), pero también es evidente que la Generalitat tiene como objetivo mantenernos en el atonía y no hacer nada que ponga en problemas al PSOE. Por tanto, somos nosotros los que debemos construir un nosotros más amplio, tanto desde la firmeza individual como desde el compromiso colectivo, que en nuestro país, por suerte, cristaliza de forma constante en forma de tejido asociativo, emprendimiento y sentido comunitario. Cataluña ya es, de forma irreversible, un territorio pluricultural, pero el catalán como lengua, y como adjetivo, compite en este terreno de juego a un buen nivel, en todos los ámbitos, y es, por historia y por vitalidad, el punto de anclaje en el territorio que todos los catalanes necesitan, con independencia de su origen.
Para este 2025, mi deseo es que esta yema del huevo se fortalezca, que saque al país de los despachos y lo convierta en algo que se vive y se respira; que dé un sentido más humano y más vivencial a los términos unidad y soberanías. Y que cuando los partidos catalanes piensen en parecerse más a la gente, se den cuenta de que lo que realmente les falta para conseguirlo es la fe en Cataluña y la generosidad para hacer uno nosotros imbatible.