Capitalismo injusto e irresponsable

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Nasdaq Market.

Estos últimos días, leyendo algunos textos relacionados con cuatro personas de bastante actualidad, he tenido cuatro sorpresas agradables pero también me han dejado algunas preocupaciones. Las explico, y esto me permitirá hacer una reflexión sobre los cambios necesarios en la organización futura de nuestras sociedades. 

1. Bill Gates. He leído el libro del fundador de Microsoft, y una de las fortunas más grandes del mundo, titulado Cómo evitar un desastre climático. Es un análisis completo y detallado del reto que tiene ante sí la especie humana, con una interesante propuesta de medidas para hacerle frente. Ya conocía la actividad solidaria que él y su mujer hacen a través de la Fundación que crearon, pero me ha gustado ver cómo una persona con su posición propone actuaciones que seguramente serían consideradas inaceptables por una buena parte de los miembros de los sectores empresariales, tanto de su país como del resto del mundo. Podría ser un libro escrito por un activista. Quiero creer que es honesto en lo que dice; pienso que probablemente responde a una cierta mala conciencia personal, pero que refleja un convencimiento real de la necesidad de hacer cambios profundos. Es una buena aportación.

2. Joe Biden. De forma bastante inesperada, el presidente norteamericano ha puesto en marcha una medida para incrementar sustancialmente el impuesto sobre las grandes fortunas de los EE.UU., y sobre los beneficios de las grandes empresas. También ha enviado al FMI y al G-20 una propuesta de acuerdo para establecer unos niveles globales de armonización fiscal que haga que se acaben las deslocalizaciones por razones fiscales que tanto mal hacen a los países y que tanto han reducido la recaudación fiscal mundial. Las consecuencias económicas y sociales del covid obligan a todos los gobiernos a unas grandes ayudas de carácter social y a unos grandes gastos de reconstrucción. Hace falta, por lo tanto, aumentar los presupuestos públicos y son, sobre todo, las grandes fortunas y las grandes empresas las que tienen que pagar más, por todas partes. Muchos países, especialmente de la UE, están reaccionando positivamente a la propuesta. Si se llevara a cabo, supondría un paso muy importante para dejar atrás muchas de las desigualdades y de las injusticias que se han ido acumulando en los últimos 30 años, desde la implantación del neocapitalismo. Es, por lo tanto, una noticia agradable.

3. Jeff Bezos. He visto y leído en diferentes medios que el fundador de Amazon, ahora el hombre más rico del mundo, ha expresado su apoyo entusiasta a las propuestas de Biden. No conozco su trayectoria personal, pero a menudo las noticias sobre el funcionamiento de su empresa han reflejado muy poca responsabilidad en los aspectos sociales. Dos noticias recientes nos han explicado que Amazon ha sido una de las empresas que más provecho ha podido sacar del covid;  y también que ha actuado duramente para conseguir impedir un intento de sindicación de sus 3.000 trabajadores de la planta de Alabama. Es cierto que Bezos ha aplaudido la propuesta reaccionando a una crítica que le hizo Biden, pero ya es importante que también un hombre como él diga que apoya a medidas como estas. Me ha hecho pensar que incluso personas que están saliendo muy beneficiadas tienen que aceptar que el sistema es fundamentalmente injusto y necesita una revisión importante para no tener que tapar de vez en cuando los graves agujeros que va creando.

4. Arcadi Oliveres. Acabo con el cuarto. Casualmente, pocos días antes de sentir el dolor por su pérdida, había estado leyendo su libreto de despedida Paraules d'Arcadi. En una de sus reflexiones dice literalmente que hay que “erradicar el sistema capitalista”. Seguramente yo no utilizaría el mismo verbo, porque después de la experiencia comunista yo no sabría qué otro sistema proponer, pero coincido plenamente en buena parte del espíritu de su análisis. Pero me gusta más hablar de una “reforma profunda” de este capitalismo tan injusto y tan irresponsable.

Creo que tenemos que buscar un sistema que no ponga en peligro la democracia ni nos haga pasar involuntariamente a una dictadura; que no caiga en la planificación centralizada, y que mantenga la libertad económica y el funcionamiento real del mercado, pero con una fuerte regulación; un sistema que no elimine la propiedad privada de los medios de producción, aunque aumente mucho la presencia, la vigilancia y el control por parte del sector público.

Creo que muchos estuvimos andando en esa dirección en una parte importante de Europa a lo largo del tercer cuarto del siglo pasado. Unos decíamos “socialismo democrático” y otros hablaban de “capitalismo de rostro humano”. Nombres aparte, algunos de los conceptos clave son para mí los siguientes: democracia representativa; respeto por los derechos de los otros y por los intereses colectivos; responsabilidad y autolimitación personal; mercado libre pero regulado para evitar monopolios y abusos; propiedad pública para los servicios esenciales; limitación y control de la actividad financiera especulativa; igualdad real de oportunidades educativas y sanitarias; redistribución fiscal de rentas y de servicios públicos; intervención pública, plena o parcial en los servicios básicos.

Tanto la pandemia como el cambio climático pueden ser oportunidades para sacar adelante muchas reformas como las que quería Arcadi y también queremos muchos más.

Joan Majó es ingeniero y ex ministro

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