Carlos Vilarrubí y el sentido del poder
Ante todo, el poder es la voluntad de ejercerlo, y Carles Vilarrubí, muerto este domingo de forma prematura, concebía su vida profesional como una misión en la que era él quien ocupaba el puente de mando.
La actitud de autoridad que le conocí el primer día le acompañó siempre. En agosto de 1985 era secretario general de Catalunya Ràdio y tomó la negociación para incorporar a Puyal a las transmisiones de la radio nacional de Catalunya, hasta conseguir un ensamblaje que no fue inmediato. No hace ni dos meses, me llamó para pedirme que participara en un acto de la Academia Catalana de Gastronomía y Nutrición. En los 40 años que ha habido de por medio, Vilarrubí, en la empresa, en el Barça o ACGN, ha sido siempre una referencia de potestad.
Participó en los primeros pasos de la Generalitat tras la primera victoria de Pujol, en 1980, una época en la que veníamos de décadas de exclusión violenta del poder político y hacían falta dotes de mando para afianzar aquella nueva autoridad y convertirla en una estructura duradera e indiscutible. Vilarrubí fue la persona para ese momento, al igual que fue un insustituible vicepresidente institucional del Barça, después de haber puesto como condición que no quería saber nada "ni de dinero, ni de fichajes". En los últimos años, Vilarrubí estaba sentando en la misma mesa de la gastronomía a personas de pensamientos diferentes, mérito no menor en la Cataluña sacudida del postproceso.
En el país ha abundado siempre el arquetipo del catalán-hombre-de acción, el individualista con agenda propia y con sentido de país, pero una cosa es tener ideas o contactos y la otra es ganarse las palancas para hacerlas realidad, jugando en la primera división internacional de las relaciones económicas y sociales. En este sentido, la personalidad de Carles Vilarrubí ha sido única. En el cielo sea.