‘Carrer Robadors’: una oportunidad desaprovechada

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Guillem Ballart encabeza el reparto de 'Carrer Robadors'

La semana pasada asistí a la inauguración del Festival Grec 2021, dedicado a África y a la afrodescendencia. La obra inaugural, Carrer Robadors, tiene en su elenco a cuatro actores arabodescendientes por primera vez en un espectáculo inaugural de producción propia del Grec. Lo celebro. Mucho. No solo por la apertura que significa hacia la presencia de cuerpos diversos en escena, sino porque el trabajo que hacen los intérpretes es maravilloso. Mi enhorabuena por la calidad de vuestra presencia, vuestro talento, rigor y entrega. Moha Amazian, Ayoub El Hilali, Mohamed El Bouhali, Abdelatif Hwidar, estoy a vuestros pies. Julio Manrique, gracias por esta parte de la conquista.

Ahora bien, hasta aquí la loa a la propuesta, porque el debate tendría que ir hacia otro lugar. Como creadora, cuestiono algunas decisiones previas. La primera, que el espectáculo inaugural del Festival Grec sea una adaptación de una novela escrita por un autor caucásico, francés. Existiendo literatura africana (o concretamente magrebí, si el interés era por esta zona geográfica), se podría haber optado por dar voz a un autor o autora de este continente. Sobre todo porque la visión de la novela es eurocentrista, poco plural y, me sabe mal decirlo, bastante estereotipada. Se presenta el Magreb como un lugar de donde hay que huir sea como fuere. La obra, además, se sostiene en tópicos: unos cuantos salvadores blancos, que son los que ayudan al protagonista a avanzar; la historia de una amistad truncada por una sospecha de terrorismo, y se excusa la irresponsabilidad afectiva de la heroína de la historia con una enfermedad.

En ningún momento las observaciones previas van dirigidas a los y las intérpretes, sino al planteamiento, a la enunciación de la historia y la estructura institucional y social que permite que esto pase. Y todavía no he hablado del hecho de que el protagonista sea interpretado por una persona caucásica. Porque este es un tema que hemos debatido ad nauseam, pero ante el planteamiento general de la historia, es casi anecdótico. O no. No lo es. Pero no me corresponde a mí hablar, primero porque no soy arabodescendiente, y segundo porque no cuestionaré el criterio artístico de nadie. No obstante, aquí lo dejo: es discriminación y es grave, porque tendríamos que revisar la representación tanto como la representatividad. Celebro una. Me falla la otra.

La segunda cuestión que me planteo es qué estamos haciendo como sociedad y qué valor tiene el activismo. Lo pregunto de verdad, desde la duda personal, porque parece que este remar es siempre contra la corriente. Más que proponer soluciones (¡ya me gustaría tenerlas!), esta parte de mi reflexión tiene que ver con el hecho de estar sin aliento, sin poder ver qué acciones concretas o qué soluciones existen para entender la magnitud de estos acontecimientos. Me explico: el espectáculo inaugural ha dado un paso, pero no se ha desarraigado de la estructura que lo precede. Venimos de una larga tradición racista, machista, colonialista, heteronormativa, etc., y estamos dando pasos, pero sin sacudir la base. ¿Qué hacemos? ¿Podríamos empezar, al menos, reconociendo que la visión del mundo que presenta la obra es un reflejo del poco trabajo que se ha hecho por desconstruir el pensamiento general, y asumir que tendríamos que revisar las acciones concretas necesarias para construir una sociedad más abierta al otro?

Así, sin tener las respuestas y con más dudas que certezas, pienso que Carrer Robadors ha sido una oportunidad desaprovechada de mostrar –en el festival más importante del país– una África diferente, sin edulcorar, pero también sin estereotipos. Una más plural y diversa, que no sea solo el infierno del que todos quieren huir. O sí, pero hablemos entonces con sinceridad del expolio sistemático de Europa. Hablemos de las razones por las cuales el continente se ha empobrecido durante los últimos siglos. Hablemos de racismo, de islamofobia. Hablemos de cómo seguimos mirando desde el miedo, el prejuicio o el exotización a las comunidades al sur del estrecho de Gibraltar. Hablemos de estas cosas antes de hablar de la fuga de un chico magrebí, representado por un actor catalán.

Cierro repitiendo que (y ahora incluyo a todo el elenco) Moha Amazian, Guillem Balart, Elisabet Casanovas, Anna Castells, Ayoub El Hilali, Mohamed El Bouhali, Abdelatif Hwidar y Carles Martínez hacen su trabajo excelentemente. Esto no va de ellos y ellas. Va de algo mucho más grande, de una responsabilidad colectiva e institucional que, desgraciadamente, nadie parece querer asumir.

Denise Duncan es actriz, dramaturga y directora de teatro

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