El catalán que ahora no se canta

Lluvia de musicales para  reanimar el teatro
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"Cantando bajo la lluvia botiflera", tuiteaba Joan Lluís Bozzo hace unos días. "Dijo la subvencionada...", le respondía Àngel Llàcer. Y añadía que le sabía mal que dijera esto sabiendo cómo habían cambiado las cosas y las ayudas. En este breve intercambio entre creadores teatrales queda patente la complejidad de un debate: la –indispensable– protección de las lenguas pequeñas a través de las subvenciones en una sociedad dominada por la lógica de mercado. La preocupación ante el retroceso en el uso del catalán viene de lejos, pero a medida que el capitalismo globalizador va ganando terreno en todos los aspectos de nuestra cotidianidad, se siente cada vez más cercano el desenlace de una tragedia sin Deus ex machina

El capitalismo pide diluir fronteras y diferencias, quiere el máximo de consumidores para el mismo producto, aquí y al otro lado del planeta. La ley del más fuerte pero sumando el todopoderoso don de la ubicuidad. Si antes lo teníamos difícil, ahora se nos ha complicado por todos lados. Estos días hablamos de Netflix y otras plataformas digitales, y de cómo (desde aquí no podemos) legislar para proteger la diversidad lingüística en el campo audiovisual. Pero también podríamos hablar del hecho de que este año se ha abierto por primera vez una línea de ayudas para hacer podcasts en catalán. Los creadores de contenido en todo tipo de plataformas y redes sociales o la televisión no lineal global son algunos de los exponentes del estrecho vínculo entre lengua y rentabilidad económica. Con tantos frentes abiertos, es evidente que resulta imposible llegar a todo y que hay que elegir muy bien dónde poner los huevos.  

Puede que toque plantearse si sería deseable poner mayor énfasis en el terreno de las experiencias significativas. Stranger things catapultó a Netflix porque tocaba la fibra de una generación (la que más les interesaba seducir) que creció con la estética y el imaginario de la ficción estadounidense de los ochenta. Toda una estrategia de éxito basada, en parte, en la nostalgia, en la potencia de las experiencias significativas de entretenimiento durante la niñez. La cartelera teatral catalana comercial y familiar sería un ejemplo claro y cercano de espacio donde se producen este tipo de experiencias. Según datos del Adetca, cada temporada los espectáculos más vistos en la cartelera teatral catalana son musicales. Esta es una realidad que no se puede ignorar. 

Este año coincidirán unos cuantos grandes musicales en la cartelera de Barcelona: Cantando bajo la lluvia (que ya tiene más de 25.000 entradas vendidas), Billy Elliot y Fama, entre otros. La mayoría se llenarán de familias, y todos son en castellano. Que el espectáculo sea en castellano comporta, además, que tanto la publicidad –omnipresente en el caso de Cantando bajo la lluvia– como la comunicación se hagan también en esta lengua. En el caso de las producciones nacidas en Catalunya, esto provoca una situación muy anómala: vemos por redes gran número de catalanoparlantes trabajando en la capital catalana, dirigiéndose a un público mayoritariamente catalán, hablando en castellano. La estrategia de marketing va estrechamente ligada al idioma con el que se trabaja. Lógico, pero que cada cual saque sus conclusiones. 

Esta Navidad, en la cartelera, también estará El Petit Príncep, un musical familiar de calidad –tanto de contenido como de ejecución– que se ha ido consolidando como fenómeno y que tiene una función capital en el ámbito cultural infantil. Además del musical del tándem Llàcer-Guix, también repetirá temporada navideña El màgic d'Oz. Dos propuestas de calidad en catalán, pero de formato mucho más pequeño. El mensaje para el público es claro: el catalán no sirve para las grandes producciones musicales. Y es una realidad: no sirve si no hay ayuda institucional. Este es un ejemplo local de la relación entre lengua y rentabilidad económica en el que quizás habría que incidir. Convendremos que no se tendrían que conceder ayudas a espectáculos comerciales de éxito, pero si parte de su rentabilidad depende de la elección del idioma, quizás tocaría hablar. Para amortizar producciones de 2,5 millones de euros como Cantando bajo la lluvia, hay que hacer una versión en castellano, de acuerdo. Pero, tal como se ha hecho en bastantes ocasiones, se podría hacer también una en catalán.

Sinceramente, me pregunto si no se podría haber trabajado para intentar evitar esta situación. Dejando de lado la oferta infantil, esta Navidad habrá un gran número de espectadores para quienes estas experiencias teatrales llenas de “castillos de fuego” serán altamente significativas. Y ninguna de ellas será en catalán. Si tenemos que juzgar por el éxito de los tres últimos espectáculos liderados creativamente por Llàcer y Guix, el musical de gran formato de factoría catalana –en castellano– vive un proceso de consolidación en la cartelera barcelonesa. Ante esta realidad, quizás empieza a ser hora de que haya mesa de diálogo –de las plausibles– con las productoras teatrales de este género en Catalunya. 

Elvira Prado-Fabregat es actriz, cantante e investigadora especialista en 'performance studies'
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