Como la amnistía, Cercanías y la condonación del FLA ya les había pactado ERC, como el catalán en el Congreso ya estaba amortizado, el mayor triunfo que podía presentar Puigdemont de su acuerdo de investidura con el PSOE era o bien una subida de precio en la concreción de la amnistía o bien la oficialidad del catalán en las instituciones europeas. Para la amnistía deberemos esperar y todo indica que incluir el lawfare –el uso de la justicia para perseguir a adversarios políticos– es en la práctica técnicamente muy difícil: además, vista la reacción en masa de la judicatura, costará mucho aplicar, sea cual sea el redactado final de la ley. Puigdemont tardará todavía años en poder volver.
En cuanto al catalán en Europa, ya se había visto que era previsible que no se consiguiera con la celeridad deseada, pero resulta chocante que ni siquiera se mencione en el acuerdo firmado en Bruselas por Jordi Turull y Santos Cerdán –acuerdo, por cierto, que sólo se difundió en castellano–. En cuanto al olvido: o bien no está claro que se logre la oficialidad o bien no se le está dando la importancia que se merece. Creo que la segunda explicación es buena. ¿Y por qué es tan importante? Pues porque este logro supondrá beneficios más que remarcables para el idioma secular de Cataluña, que ahora está en franco retroceso.
Después del impulso inicial de la Transición y de unas décadas de dormir en la paja, en los últimos tiempos, vistas las evidencias, se ha hecho un diagnóstico realista, sin autoengaños: el catalán necesita un impulso si no queremos que siga perdiendo pie. Es necesario que sea útil en la vida diaria de la gente, que tenga una presencia normalizada en lugar de estar siempre en el punto de mira –sea para atacarle, sea para defenderle–. Hay que blindarlo en la escuela, reforzarlo en los medios de comunicación, tener un espacio consolidado en el mundo audiovisual y digital, en el comercio, en la justicia, en el deporte... Con un número de hablantes habituales que en Cataluña se sitúa poco por encima de un tercio de la población, conseguir todo esto no es fácil. un consenso, sin embargo, combatido cada vez más por una derecha españolista que, por increíble que parezca, ha logrado hacer cuajar la idea de que el castellano es la víctima y, a partir de ahí, vía tribunales, ha desvirtuado una ya de por sí suficientemente debilitada inmersión lingüística en las escuelas. Ésta es la herencia de Cs a la que dan continuidad PP y Vox.
La oficialidad del catalán en las instituciones europeas puede ser una herramienta decisiva para empezar a revertir en serio tanto estos ataques como la debilidad del uso social de el idioma. Su salto legal en Europa tendrá aquí efectos también legales, además de económicos y simbólicos. Supondrá una protección jurídica efectiva y una inyección de prestigio y autoestima desde arriba. Sólo tres ejemplos: toda la normativa europea, a partir de la cual se desarrolla la mayoría de leyes estatales y autonómicas, pasará a estar disponible también en catalán; el etiquetado de todos los productos deberá incluir el catalán, y el catalán entrará en todos los programas educativos y culturales europeos, empezando por el Erasmus, con efectos también sobre el campo audiovisual. Hasta ahora teníamos que pagarnos cualquier intento de existir en estos terrenos. Ahora estaremos en igualdad de condiciones con las otras lenguas.
Durante años, el Estado español ha vendido a la UE que el catalán no era oficial en una parte del territorio español, sino "cooficial", término que en realidad no es ni constitucional ni estatutario. La argucia le ha servido a España para negarse a pedir la oficialidad del catalán en Europa, algo que era perfectamente factible y que ahora, para conseguir la investidura de Sánchez, sí que el Estado ha estado dispuesto a hacer.- _BK_COD_ Aunque no encuentro la explicación, estoy convencido de que el olvido de Junts no tendrá consecuencias. Seguro que tanto Junts como ERC velarán por que el nuevo gobierno de Sánchez cumpla con el catalán en Europa. Y será un avance muy relevante.