El censo chino y el mundo de mañana

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L'hora de comer a la planta de fabricación de automóviles de Dongfeng Honda a Wuhan, a la provincia china de Hub ei, el marzo de 2020.

Pocas veces un documento administrativo, como es un censo de población, puede suscitar el interés global como lo acaba de hacer el censo de la población china. Las grandes áreas demográficas del mundo, como por ejemplo China, India y África, tienen poblaciones que cambian bastante rápidamente, pero de las que sabemos muy poco. Algunos estados dedican mucha atención a sus censos de población, como es el caso de China, mientras que muchos otros, como los subsaharianos, suscitan grandes incertidumbres. Las estimaciones de la población mundial son mezclas de censos de alta calidad y de estimaciones que pueden estar exasperantemente alejadas de la realidad.

Tal como informaba este miércoles este mismo diario, el censo de la China a finales del año 2020 es de 1.412 millones de habitantes. Sigue siendo el país más poblado del mundo. Aun así, tal como se podría esperar de su restrictiva política de natalidad –la del hijo único, un poco flexibilizada en 2016–, el ritmo de su crecimiento se desacelera. Crece pero menos rápidamente. Las cifras son ambivalentes. Para algunos la inercia es tal que el crecimiento sigue siendo muy importante (72 millones de personas en diez años), pero para otros lo que importa es que la desaceleración ya va conviertiéndose en un frenazo importante. El nuevo debate entre especialistas es sobre cuál será el año en el que la población china dejará de crecer. Todos lo sitúan en esta década, pero algunos creen que ya será el año que viene y otros cinco años más tarde. En todo caso, es inminente, hecho que nos recuerda que los cambios experimentados en los últimos diez años han sido mucho más importantes de lo que sugieren las cifras censales.

Efectivamente, cuarenta años de enriquecimiento continuado han acabado haciendo obsoleta la legislación del hijo único. Ahora, las familias chinas tienen pocos hijos por voluntad propia, como todo el mundo desarrollado. Las barreras a la libertad de procreación parecen completamente obsoletas y tardaremos muy poco en ver políticas natalistas en la misma China. Las autoridades económicas ya reclaman plena libertad, y las autoridades políticas se vuelven más sensibles a la falta de provisión de guarderías.

Los cambios que provocará –y ya provoca– el frenazo demográfico chino son muy importantes. El principal es el rápido envejecimiento de la población, que en poco más de una generación pasará de ser de poca gente mayor a ser de mucha gente mayor. La pirámide de edades que constituía un recurso de trabajo barato y de gran competitividad se acaba. La fuerte tasa de ahorro de China, derivada de una población joven, en edad de trabajar, pero con escasa cobertura para su vejez, puede cambiar completamente de signo en pocos años. A medida que lleguen a su edad de jubilación los chinos querrán disfrutar de sus ahorros. Ya no ahorrarán más sino que consumirán ahorros. Pensad en lo que esto puede representar de cambio en la disponibilidad de ahorro para financiar los déficits de los países occidentales, empezando por EE.UU., que se habían acostumbrado a endeudarse aprovechando la abundancia del ahorro chino.

Los gobernantes chinos están muy preocupados porque la “prima” demográfica se les está acabando antes de haber logrado el nivel de renta per cápita de los países económicamente avanzados. Querían huir de la trampa de quedarse en una renta media, que les llevaría a un declive a largo plazo. China mira el futuro con mucha desazón mezclada con mucha ambición. ¿Podrá su dinámica demográfica sostener su ambición? ¿O se volverá un país prematuramente envejecido? Pensemos que todo esto también impacta sobre las prestaciones públicas –pensiones de jubilación y sanidad– y sobre su generosidad. ¿Podrán seguir jubilándose tan jóvenes como lo hacen ahora (55 las mujeres y 60 los hombres)? Han controlado la bomba de la explosión demográfica pero ahora tienen que controlar la bomba del declive demográfico. Las mujeres jóvenes son mucho más exigentes que las de las generaciones anteriores. También lo son los nuevos jubilados. Ambos apuntan en la dirección de una transición rápida hacia el decrecimiento demográfico.

Mientras tanto, hay partes del mundo donde estos problemas todavía tienen que empezar. África subsahariana está bien lejos del declive demográfico. Probablemente, India superará la población china en menos de una generación. Pero África superará a India antes de que esta supere a China. Los impactos en los flujos migratorios mundiales serán de grandes dimensiones. Si añadimos las variables religiosas, como podría ser el crecimiento de la población musulmana, o las dinámicas lingüísticas, el resultado es un mundo en cambio acelerado e imprevisible.

Albert Carreras es director de ESCI - Universitat Pompeu Fabra

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