Desde que en los 90 académicos como Antoni Castells o Núria Bosch empezaron a estudiar las balanzas fiscales entre territorios en España y el llamado efecto capitalidad, que favorece la concentración de recursos en Madrid, ha llovido mucho. Con el tiempo, y muchas razones económicas más tarde, un discurso que en aquel momento y hasta mucho después se identificaba con posiciones nacionalistas (y después independentistas) empieza a hacer mella en otros ámbitos, incluso fuera de Catalunya. Las denuncias del sistema de financiación y de los efectos del Estado en la economía de Madrid ya no son exclusivas de Catalunya. No deja de ser significativo que el último informe que se ha hecho con profundidad sobre cómo Madrid actúa como aspirador de recursos lo firme el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE). Pues bien, en este contexto, el Cercle d'Economia se posicionó ayer de manera contundente sobre esta cuestión y afirmó: "La capitalidad de Madrid no puede actuar como aspirador de recursos del resto de España. No asumir una posición consciente de su papel como capital puede hacer que en el resto del país haya una fuerte desafección".
Que una institución como el Cercle se sume a la denuncia del papel que está jugando Madrid en el desarrollo español es importante. Significa que una parte del empresariado catalán, en muy buena parte crítico con el soberanismo y el Procés, ha tomado conciencia de un elemento verdaderamente distorsionador que ahora mismo amenaza el desarrollo de la economía española es el papel que está jugando Madrid, con su dumping fiscal para atraer tanto a empresas como a grandes fortunas y la concentración desproporcionada tanto de funcionarios como de organismos de ámbito estatal. Es importante que este discurso lo haga antes del acceso a los fondos europeos, los llamados Next Generation, que amenazan con ser distribuidos de manera centralizada por el gobierno español, con la duda de si se respetará el peso del PIB catalán y el carácter de pequeña y mediana empresa de la red emprendedora.
El Cercle apuesta también por un incremento del peso de la industria en la economía catalana y lamenta que hasta ahora Catalunya no haya aprovechado bien los fondos que han llegado de Europa. Es una crítica en parte injusta porque la situación de riqueza relativa de Catalunya en el conjunto español ha hecho que estos fondos fueran mayoritariamente a otros territorios o, en su defecto, que sirvieran para construir infraestructuras que conectaran con Madrid. De una manera u otra, Madrid siempre salía beneficiada por la obsesión de los sucesivos gobiernos españoles por construir un gran París o un Distrito Federal. Quizás ahora se empieza a ver el precio que está pagando el resto del Estado, sobre todo en los territorios de lo que se denomina la España vaciada, las grandes víctimas de la hipertrofia madrileña impulsada con decisiones de estado.
En todo caso, los empresarios catalanes del Cercle tienen que hacer una reflexión de por qué han permitido que este modelo, que perjudica claramente el tejido económico catalán pero también al conjunto de España, saliera adelante. O al menos por qué no levantaron lo bastante la voz ni intentaron ejercer su influencia para frenarlo. ¿Quizás por miedo a parecer demasiado catalanistas? ¿A ser considerados nacionalistas catalanes por el nacionalismo español? Madrid ahora se ha bunkerizado, y la victoria de Ayuso así lo demuestra, y será difícil revertirlo. Al menos, el gobierno español tiene que saber que más allá de la M-30 quizás algún día se acabará articulando una España diferente que creará riqueza más allá de Madrid y que, como mínimo, va acumulando "desafección".