Precios de diversos productos en una carnicería del Mercado del Ninot de Barcelona.
15/09/2025
2 min

Cuando voy a Barcelona, ​​paso por delante de La Carcoma Feliz, una tienda de la calle Calàbria que se dedica a la restauración de muebles con una maestría indiscutible y sin rival. El dibujo es una especie de gusano –la carcoma– que sonríe con alegría, haciendo honor al nombre del establecimiento. Pero no puedo evitar pensar que la carcoma no es feliz, al contrario, porque justamente los propietarios del negocio se dedican a exterminarla. Lo mismo siento cuando pido, a Glovo, unos pollos buenísimos, por supuesto. La empresa que les suministra se llama Feliz Pollo Last, last escrito así, como último en inglés, que debe ser una perversión de nuestro "al ast" (que perviva es un milagro). En cualquier caso, el pollo no es feliz, no le gusta ser cocinado. En Las Palmas de Gran Canaria se encuentra El Cerdito Feliz, un establecimiento especializado en embutido. Mi hija tenía un libro, Las uvas inquietas, precioso, de Elisenda Guiu, donde un grano de uva se impacientaba por ser convertido en vino. Como tenía ojos y cara, costaba mucho explicarle el holocausto vendimiador. Daba pena. Yo, al final, lo que hice fue adaptarle. Era la cepa la que quería que la pudieran –un equivalente a nuestro cortarnos el pelo– para que hicieran uvas de su fruto.

Veo cada día pasar camiones de reparto de comida con dibujos de cerditos, corderos lanudos, cabritas simpáticas. En las carnicerías hay plácidos cerditos de plástico que decoran el escaparate lleno de salchichas. Siempre me sorprendo, porque nadie está feliz de ser cocinado, salvo aquel señor que firmó un contrato con el caníbal de Rotenburg para ser comido por él. Se llamaba Bernd Jürgen Brandes, y habían quedado por internet.

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