1. Pedro Sánchez, todavía presidente del gobierno de España, al fin y al cabo no plegará por la amnistía, ni por Puigdemont, ni por nada de todo lo que tanto le ha desgastado en los últimos años ante la España más rancia y catalanofóbica. Pedro Sánchez tendrá que plegar, como ya le ocurrió a Rajoy, por la corrupción. El podrimenero de Partido Popular era tan grande, entre Gurtels, sobres de bajomano, obras en negro, las libretas de Bárcenas y M punto Rajoy, que una moción de censura le envió a casa. Si un ministro de Pedro Sánchez se enriqueció con las comisiones por la compra de mascarillas –que encima eran defectuosas– durante la pandemia, el gobierno del PSOE lleva un perdigón en el ala. Tardará más o menos, pero acabará cayendo por la corrupción. Por mucho que intentaran el cortafuegos de expulsar al ministro Ábalos al primero Telediario, en cuanto se olieron que habían pescado su mano derecha –Koldo García–, las brasas de la corrupción se esparcen rápidamente y no se apagan. Por mucho que Sánchez diga que no habrá impunidad y que “quien la hace, la paga”, Ábalos no caerá solo.
2. El asunto Ábalos se ha hecho gordo en la semana que –no será casual– hemos oído las confidencias de Juan Carlos de Borbón en Bárbara Rey, el amante que a mediados de los años ochenta grababa todo lo que el rey de España le comentaba a las conversaciones de “picadero”. De la mayor confesión, en la que el rey hablaba del silencio de Alfonso Armada sobre el 23-F, en España no se ha hecho plato. Cuarenta años después, sigue sin interesar saber la verdad de la vinculación de la monarquía en la preparación del golpe de estado. Ha tenido mucho más eco, en cambio, el desgarro que el rey hacía de Felipe González, que entonces era el presidente del gobierno. El rey le decía a la Rey: “Entre tú y yo, durante muchos años, en vez de profesionales han puesto a chorizos”. Y lo decía él, mientras se enriquecía a manos llenas y desviaba ingresos de todo tipo hacia paraísos remotos. Felipe González se ha hecho el adorno sobre estas antiguas grabaciones: “No tengo ni puta idea de lo que me habláis”. El rey emérito no ha dicho nada. Eso sí, ha detenido la publicación de sus memorias, porque todo el mundo ha intuido que le faltaban muchos capítulos por contar. Visto el panorama, quizás sale más a cuenta formar parte de una república, por bananera que sea, que no de una monarquía tan “choriza”.
3. Ahora que estamos despediéndonos de Dagoll Dagom con cuentagotas, recuerdo un sketch de su espectáculo Glups, de mediados de los 80, que a los ojos de ahora resultaría profético. Uno de los personajes, un farol de derechas, decía: “En este país siempre ha pasado lo mismo: ha faltado pan y ha sobrado chorizo”. El público se reía y aplaudía el chiste, por lo que tras cada broma se esconde una gran verdad. El mismo personaje enseguida hacía una adivinanza: “¿Sabéis por qué Felipe González ha contratado a un ejército de jardineros? Para cuidar los diez millones de capullos que le votaron”. El público volvía a reír, aunque en la platea –y quién sabe si en el escenario– había muchas personas que le habían votado. Sin embargo, en ese momento todavía no se hacían debates sobre los límites del humor, ni existía la expresión políticamente correcta, ni la gente tenía la piel tan fina.
4. ¿Y Cataluña? Esta semana el Parlament ha votado en contra del referendo y apenas es ni noticia. Hace medio año teníamos un hemiciclo en el que, por representación de la voluntad popular, la mayoría quería la independencia. Hoy, ni siquiera se vislumbra la posibilidad de un referéndum. Solo ERC y la CUP votaron a favor. Juntos se abstuvo. Los comunes, también. El PSC, por supuesto, votó en contra. En 2018, el 80% de los catalanes estaba a favor de un referéndum. En 2024, sólo un 17% de los parlamentarios votaron a favor. Un éxito.