Niños y niñas en la Escuela del Mar de la Barceloneta
06/07/2024
3 min

El alcalde Collboni y su equipo de Cultura y Educación han decidido abortar el proyecto de construir una réplica de la emblemática y maravillosa Escola del Mar. Maravillosa tanto desde el punto de vista arquitectónico como desde el educativo. Es una decisión incomprensible. Al igual que Barcelona supo reconstruir el Pabellón de la República (París, 1937) de Josep Lluís Sert y el pabellón Mies van der Rohe (Barcelona, 1929), hace tiempo que toca recuperar este edificio escolar único de Josep Goday. No es sólo un deber de memoria democrática y cultural, es también un gesto en defensa de la calidad educativa. En tiempos de turbulencias pedagógicas, era más necesario que nunca. A los impulsores de la iniciativa –Marc Cuixart, Marina Subirats, Teresa Guillaumes y tantos otros–, que aspiraban a impulsar la obra por el centenario de la escuela (1922), les costó mucho que el anterior consistorio al final del mandato llevara adelante el proyecto. Y ahora de repente todo se va al traste de nuevo. ¿Barcelona no es capaz de volver a hacer suya esta joya histórica y darle un sentido de presente y futuro?

Niños de la Escola del Mar haciendo actividades en la playa.

Ciudad –como sinónimo de civilidad–, mar –como sinónimo de salud–, cultura –como sinónimo de belleza de espíritu– y educación –como sinónimo de esperanza–. Estos fueron los cuatro pilares sobre los que se puso en marcha la mágica Escola del Mar. Qué maravilla de edificio, hecho de madera sobre la arena de la playa. Era desmontable. Solo duró tres lustros, no por su grácil y moderna ligereza, sino porque la aviación fascista lo bombardeó y destruyó en 1938. Por fortuna, en un día que no había clase. Nadie murió. Por el contrario, en ese espacio ganaron una vida digna cientos de niños de familias pobres.

A pesar de los cuarenta años de dictadura, el recuerdo de aquel proyecto permaneció en el corazón de los maestros y los alumnos. Se convirtió en un mito. Los mitos son necesarios. Nos inspiran. Los de la antigüedad eran prodigiosos y sobrenaturales, los de la contemporaneidad son más terrenales y trágicos, pero igualmente fabulosos. La Escola del Mar es de estos segundos. Nos recuerda que la buena educación hace milagros, que a pesar de las dificultades siempre es posible el optimismo educativo. Aquel centro ejemplar y pionero se realizó en una Barcelona con un 30% de analfabetismo y mucha pobreza infantil (hoy, por cierto, volvemos a tener un tercio de los menores de 18 años en el umbral de la pobreza, y demasiado analfabetismo funcional).

Niños de la Escola del Mar haciendo la siesta en unas hamacas.

La Escola del Mar se inauguró en medio de grandes convulsiones políticas –entre 1916 y 1923 hubo nueve alcaldes en Barcelona– y a las puertas de la dictadura de Primo de Rivera. Y, sin embargo, fueron felices y se convirtieron en ciudadanos bien formados y comprometidos cientos de niños y niñas, desvelados por la renovación pedagógica del momento: naturaleza, vitalismo, higiene, humanidad. Eran los tiempos de Montessori, Decroly, Freinet, Dewey, Claparède... Proyectos, trabajos manuales, excursiones, sentido de la responsabilidad, iniciativa individual, trabajo en grupo, respeto y cariño hacia el maestro, y todo sin menospreciar ni conocimientos ni memoria. (Abro paréntesis: en 1981, preguntado sobre cuáles eran para él las tres cosas esenciales de cara al siglo XXI, Italo Calvino ponía en primer lugar "aprenderse poemas de memoria", pedía que lo hicieran los niños, los jóvenes, los adultos." Te hacen compañía siempre. Y el desarrollo de la memoria es muy importante", añadía).

Detener el proyecto de la Escola del Mar es un crimen contra la mejor Barcelona, la de antes y la de hoy. Es una bofetada educativa a la ciudad, como si sufriéramos un nuevo y simbólico bombardeo. Es desmemoria. ¿De dónde sale esa falta de sensibilidad? Rectificar es de sabios. Collboni está a tiempo de hacerlo. Es muy fácil: "Nos hemos equivocado, la Escola del Mar debe construirse como era y debe ser un lazo que una el mejor legado educativo con el futuro escolar que queremos". Apreciado alcalde, alguien le ha aconsejado mal. ¿Verdad que sabrá enmendar este error? Los maestros, padres y madres, y sobre todo los niños de la ciudad le estarán muy agradecidos.

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