Compromiso y combate

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Compromiso y combate

Compromiso sin límites con la libertad creativa, compromiso antifascista y republicano, modelos del combate del arte por la paz. Pablo Picasso y Joan Miró compartían una forma de estar en el mundo y una larga amistad. Con esta razón central y la excusa de algunos aniversarios, la Fundació Joan Miró y el Museu Picasso han trabajado en colaboración para abrir una extraordinaria exposición de los dos artistas que se puede visitar en ambas sedes.

Vistos de cerca, Picasso y Miró comparten la ruptura, la revuelta y la capacidad subversiva del arte para convertirse en expresión del compromiso político, social, de denuncia de la opresión y de lucha por la paz. En sus cuadros convertidos en símbolos vemos la descomposición y el dolor y también la luz y la alegría.

En un momento de oscuridad, cuando vivimos entre una guerra que se cronifica en Ucrania y una nueva batalla bárbara de la guerra eterna en Oriente Próximo, en el ARA hemos apostado por un nuevo diario de artistas. Es una opción consciente, colectiva, del diario y creemos que también de nuestros lectores. Es un manifiesto periodístico porque estamos convencidos de que lo que nos salva es la cultura, la expresión del alma humana en la pintura, la música, la danza, la escritura, el cine, la fotografía...

El diario incluye una entrevista de la subdirectora Catalina Serra, tenaz impulsora de esta aventura, con Emmanuel Guigon, director del Museu Picasso, y Marko Daniel, director de la Fundació Miró. A los dos y a sus equipos les agradecemos la colaboración con el ARA pero también la generosidad y mirada larga de haber elegido trabajar juntos. El encuentro se produjo en el simbólico Pabellón de la República de la Exposición Internacional de París de 1937, diseñado por Josep Lluís Sert, del que hay una réplica en Barcelona.

Guigon defiende que “es importante que el arte sea en sí mismo una revolución”, y la exposición se centra en dos artistas, los autores del Guernica y El segador, que se adelantan a la revolución artística y la simbolizan políticamente.

De las cerca de 300 obras, unas setenta de las cuales son inéditas o muy poco conocidas, 130 han viajado de un museo a otro. Muestran la amistad entre los dos artistas y también su relación con Barcelona, donde se encontraron en 1917. Es una ciudad moderna, progresista, de cultura e industria. La amistad continuará después, en 1927, en el París de entreguerras, y compartirán enemigo (Franco), la libertad de la investigación artística y la cultura catalana, que hacen llegar a todo el mundo desde su propio mundo. Como dice Marko Daniel, la exposición expresa “la modernidad con la que rompieron con las convenciones, las tradiciones y cómo realmente hicieron un arte nuevo”.

En el diario participan otras voces autorizadas, como la de Frederic Amat, que recuerda que Jaume Sabartés decía que Picasso quería “sacar chispas de un bloque de hielo”, o Perejaume, que habla de “las calidades chamánicas” de Miró. El pintor catalán iba de la tierra al Universo: “Nosotros, los catalanes, pensamos que deben tenerse los pies sólidamente puestos en el suelo si se quiere volar por el aire. El hecho de que yo baje a la tierra de vez en cuando me permite saltar a continuación más alto”.

Vicenç Altaió se pregunta qué debe el “catalanismo político –el cultural, el abierto y avanzado– a Picasso y a Miró, a su arte de transformación e iluminación y su compromiso antifascista y republicano”.

En tiempos de guerra es útil preguntarnos por qué necesitamos el arte. Y nuestra respuesta es que es el oxígeno que nos permite convivir en tiempo de barbarie. Vivos y conectados, como dijo Meryl Streep cuando agradeció el Princesa de Asturias. La gran actriz hablaba de la corriente que conecta a una persona con el pulso de un personaje y la voluntad de entender el instinto de interesarnos por los extraños. Y se preguntaba: “¿Es una impostura querer abrazar al mundo? ¿Querer ver a través de tantos ojos y experiencias?” Imitar a los demás es necesario, e imitarse a uno mismo es patético, decía Picasso.

Hoy, tanto como siempre en este mundo hostil, necesitamos artistas que puedan prestar a los muertos una voz que los vivos puedan escuchar, una imagen que los vivos puedan oír. En lo más profundo.

Altaió lo llama “la revolución del espíritu” y nuestros aliados son Picasso, Miró, Streep o el maravilloso Raphaël Pichon y el Ensemble Pygmalion, que el pasado jueves elevaron el Palau de la Música a lo inolvidable. Son ellos quienes nos recuerdan que no solo somos capaces de la barbarie y quienes nos dan las herramientas para resistir.

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