El turismo de masas ha producido una actividad laboral digna de mención, que es el recuento de turistas. Los turistas que vienen a nuestras tierras son contados y vueltos a contar obsesivamente, compulsivamente, y de todos los modos imaginables: por destinos elegidos, por país de procedencia, por sexos, por clase social, por tipo de turismo (cultural, de escalada, gastronómico, de rallyes, de lujo, de borrachera) y todas las que borrachera y todas. Se cuantifican también sus hábitos: gasto, pernoctaciones, opciones de ocio favoritas, etc. El recuento de turistas es la ocupación de un número de ciudadanos nada despreciable, y se ha convertido también en un género periodístico nostrat.
El recuento provisional de turistas del 31 de agosto (el recuento definitivo se realiza el 31 de octubre, cuando termina una temporada turística que comienza en Semana Santa) no ha traído grandes sorpresas. Si leemos las noticias publicadas en el'AHORA y en elAhora Baleares, constatamos que (cito) "las comunidades autónomas de destino principal con mayor peso en el gasto de los turistas en julio han sido Baleares (con el 23,3%), Cataluña (20%) y la Comunidad Valenciana (13,5%)". Los Países Catalanes, pues, y especialmente Cataluña y Baleares, compiten entre ellos, y también con Canarias y Andalucía. Catalunya tiene el récord de turistas y gasto, pese a una ligera bajada del 1,2% respecto al año anterior (11,6 millones de turistas hasta julio, sobre los 55 millones que han visitado España), con la particularidad de que realizan estancias más cortas pero también gastan más. En Baleares las cifras también impresionan: 8.990.482 turistas hasta julio (nueve millones, en números redondos) y un incremento del 4,8% en lo que se refiere al gasto. Dadas las obvias diferencias en cuanto a sus respectivos territorios, esto hace que Baleares ostenten los récords de densidad de población, así como el de densidad de parque automovilístico.
Las cifras, en todo caso, vuelven a desmentir a algunos empresarios hoteleros y de la restauración de Baleares, que se han pasado el verano alertando de una bajada en el negocio, cuando todos los datos apuntan hacia arriba (y, en el caso de Baleares, en todos los campos de evaluación). Tal vez lo que suceda es que los turistas empiecen a discriminar la oferta turística de calidad aceptable de la que no llega a los mínimos exigibles. O da la espalda a las opciones fraudulentas, que escatiman servicio pero hinchan precios.
En fin, el sector turístico sigue con buena salud. Gracias. Lástima que el turismo de masas sea una actividad tan contaminante, y por tanto tan abiertamente incompatible con la necesidad de atender las exigencias de un cambio climático cada día más obvio y visible. También queda la pregunta de la carencia de sintonía entre la riqueza generada por el turismo (principal actividad económica en Baleares y 12% del PIB de Cataluña) y el hecho de que la población en riesgo de pobreza sea de un 20% en Baleares y de un 24,4% en Cataluña, uno de cada cinco y uno de cada cuatro ciudadanos, respectivamente. Sin embargo, contar pobres hace menos ilusión que contar turistas.