Conversaciones con quienes no están

El cementerio de Montcada i Reixac en vísperas de Todos los Santos.
31/10/2025
Periodista
1 min

Aunque no lo parezca, los que ya no están están ahí, cada día. Notemos cómo van quedando fijados rasgos de su carácter en nuestra propia personalidad o van apareciendo en la de nuestros hijos, lo que es aún más profundamente turbador. Por no hablar del sobresalto que experimentamos el día en que la imagen que nos devuelve el espejo nos resulta demasiado familiar, y nos lo confirma un amigo cuando nos dice en voz baja, impresionado como si hubiera visto pasar una sombra, "como te pareces a tu padre..."

Les oímos con su voz y con sus propias palabras pronunciándose de hecho dicho, una advertencia o una sentencia lista. Incluso, aún ahora, hemos estado a punto de llamarles para darles una noticia que seguro les haría felices. Nos comparamos con lo que estaban haciendo a nuestra edad. Y, por supuesto, sabemos los ahorcamientos que soltarían cuando saliera según qué individuo o individua en las noticias, porque una persona son sus inclinaciones, sus fobias y sus valores inalterables.

De vez en cuando, llega una carta a su nombre y hace gracia pensar que la administración le da por vivo. Esto a menos que nos da un trabajo que nos complica la vida. Su rastro digital es una lotería.

Nuestro diálogo interior es, a veces, un diálogo con los muertos. Quisiéramos deshacer malentendidos, pedir disculpas o reclamar una razón póstuma que nos fue injustamente negada. No es un diálogo inútil. Todas aquellas palabras que nos harían bien si las pudieran oír los que están muertos las podemos decir a los que están vivos.

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