Alberto Núñez Feijóo.
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El PP de Feijóo, chocando de cabeza en una y otra cepa, también se puso en contacto con ERC el pasado verano, tras las elecciones del 23 de julio, para tratar de negociar una mayoría en el Congreso. Lo ha explicado Marta Rovira desde Ginebra, donde vive exiliada (corrección: fuga de la justicia) como buena líder terrorista que es. Al menos, de eso es de lo que le acusan, a ella ya Carles Puigdemont, el tristemente famoso juez García-Castellón, y también –por ahora en un informe no vinculante– once de los quince fiscales del Supremo. El PP y su infantería mediática llevan semanas abombando la identificación del independentismo catalán con el terrrorismo, por absurda e insensata que sea, con la esperanza de llevar el debate público de una forma que sea beneficiosa para ellos y perjudicial para Pedro Sánchez. Pero hace medio año, el PP tocaba en la puerta de estos a los que tachan de terroristas. O, si quieren decirlo así, Feijóo picaba a las puertas de Puigdemont y Marta Rovira. Lo hacía anhelando, con una sonrisa y con la mejor voluntad de entendimiento, una vez constatado que no había obtenido el estallido triunfo que le vaticinaban las encuestas.

Las respuestas ya las conocemos: Junts tuvo contactos con el PP (que, según Daniel Sirera, se redujeron a “un café” que se tomó él con alguien de Junts, se sobreentiende que en completo silencio) que pronto se vio que no iban a ninguna parte. ERC, de acuerdo con Rovira, no llegó ni a sentarse. Los dos partidos independentistas coinciden en subrayar que el hecho de que Vox fuera socio necesario para imaginar una investidura de Feijóo hacía inviable cualquier propuesta en este sentido. Es una obviedad, pero podrían decir lo mismo del PP tal y como le conocemos de Aznar hacia aquí: cada día más atascado en un ultranacionalismo que combina el pedigrí franquista con fragmentos de discurso importados de las extremas derechas europeas, y que lo hacen a menudo indistinguible del bullicioso partido de Santiago Abascal, que no deja de ser una franquicia del ala más dura del PP con tono y presentación más silvestres.

Otro elemento característico del PP de Feijóo (también lo era de Casado) son las soflamas populistas, un subgénero en el que la reina indiscutible es la adversaria interna de los dos últimos presidentes del PP, Isabel Díaz-Ayuso. En efecto, en este ámbito de la política basura se aprovecha todo: desde la Fórmula 1 hasta una imitación de la propia Ayuso al Polonia vía Eurovisión, o la muerte de dos guardias civiles en una lancha en Barbate, que si conviene también es Madrid. Casado en su día, y Feijóo ahora, se han esforzado por trabajar esta línea trumpista, pero no son rivales para Ayuso, que combina su rostro duro con el sello tóxico, e inequívoco, de la escudería Miguel Ángel Rodríguez.

Se da por muy posible la caída de Feijóo tras la zozobra de estos días, y por absolutamente segura si el PP pierde la mayoría en Galicia. La pregunta es si Ayuso dará el paso adelante para enfrentarse directamente a Pedro Sánchez como candidata a la presidencia del gobierno de España.

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