Convertirse en trabajador pobre

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Oficina con trabajadores jóvenes

Los primeros días de enero se caracterizan por la actualización de precios al alza y, con suerte, también de los sueldos. Aunque lo más probable es que este aumento quede por debajo de la inflación, consolidando así una pérdida de poder adquisitivo que se acumula desde hace tiempo. Los esfuerzos políticos y sociales tanto en la mejora de la estabilidad contractual como en la subida del salario mínimo han quedado descafeinados por el entorno inflacionario y la situación del precio de la vivienda.

Si los sueldos no suben más, lo podemos ubicar en tres escenarios. Primer escenario: empresas con márgenes pequeños, que no pueden permitirse incrementar estos sueldos sin quebrar. Esto afecta sobre todo a las pequeñas empresas y microempresas que conforman una gran parte del tejido empresarial catalán. A estas organizaciones convendría ayudarlas a crecer si están preparadas.

Segundo escenario: empresas que tienen beneficios, precisamente, gracias a unos costes laborales bajos, y para las que modificarlo sería romper un modelo de negocio viable. A estas organizaciones conviene ayudarles a basar su competitividad en otros elementos: reduciendo la burocracia, a través de la digitalización y aprovechando los desarrollos tecnológicos.

Y tercer escenario: empresas que van bien y que no ven la necesidad de subir los sueldos. Hay algún dato que parece confirmar la realidad de este escenario: en el 2022, los beneficios de las empresas crecieron un 15%, frente al aumento del 6% en las remuneraciones. Habrá que esperar unos meses para conocer los datos de 2023 y valorar si esta tendencia ha continuado. Esta situación puede ser la más fácil de resolver, porque, si la riqueza existe, se trata de que exista la voluntad de distribuirla mejor. En este sentido, incluso una institución en principio poco inclinada a defender los derechos de los trabajadores, Foment, está argumentando a favor de la subida de los sueldos, porque unos trabajadores empobrecidos no ayudan a un buen funcionamiento de la economía.

Finalmente , conviene hacer políticas para generar nuevos escenarios empresariales en sectores emergentes de mayor valor añadido que creen puestos de trabajo de calidad. Y seguir trabajando para tener buenas titulaciones tanto a nivel universitario como de formación profesional.

No son recetas nuevas, pero conviene añadir intensidad y velocidad. ¿Por qué? Porque la sociedad está envejeciendo a marchas forzadas –la edad media de los asalariados se sitúa ya en los 44 años– y será esencial mantenerse como país atractivo para los jóvenes. Convertirse en un trabajador pobre durante décadas es una perspectiva poco estimulante. Por eso encontramos a jóvenes desmotivados que prefieren vivir al día antes de comprometerse en un mercado laboral poco agradecido, y otros jóvenes, bien cualificados, que buscan en el extranjero lo que aquí no encuentran: la valoración de sus conocimientos y la oportunidad que se 'n deriva de construir un proyecto vital. Y esto después de haber recibido unos estudios superiores pagados con dinero público. Una pérdida de capital humano que no podemos permitirnos.

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