Apenas hace una semana publicamos un amplio reportaje que ha generado un fuerte debate social y protestas de los estudiantes y ha comportado la dimisión de la dirección del Institut del Teatre.
Dos periodistas, Albert Llimós y Núria Juanico, culminaban el trabajo de un año durante el que han escuchado con delicadeza, pacientemente y sin la más mínima presión, centenares de personas, la mayoría chicas, que habían decidido explicar las humillaciones de algunos profesores, las presiones psicológicas y los abusos sexuales que habían vivido en grados diversos. El trabajo de selección de las denuncias se ha hecho de manera rigurosa y exigente, buscando patrones y reiteración de comportamientos similares durante años y con decenas de personas en cada caso. Sin decenas de denuncias a los periodistas, con afectadas dispuestas, si hacía falta, a dar un paso adelante judicialmente, no se publicó ningún nombre. Sabíamos que teníamos que dar voz a las denuncias pero también sabíamos que si a las chicas no se las habían creído, si se había minimizado un ambiente tóxico y destructivo durante tantos años, también se intentaría sembrar la duda sobre la certeza y la importancia del trabajo periodístico. Sabíamos que luchábamos contra lo que llamaremos “el magma”. ¿Qué es el magma? Pues es aquella manera de actuar, muchas veces una suma de acciones y sobre todo de omisiones, que permite que la injusticia o el abuso se impongan y que el silencio lo tape todo, minimizando la importancia de la humillación y acusando la víctima de exageración, de haberse puesto en una posición temeraria o de riesgo. El magma permite que lo que es un secreto de dominio público no salga a la luz, que se abuse de la juventud, la timidez, la ambición o la debilidad de carácter, para convertir pasos a tientas en un infierno.
JOAN
De hecho, parte de la determinación de publicar nace de una frase reiterada cuando se quiere restar importancia a los abusos de cualquier tipo: “Ya lo sabes, esto son cosas de...” Esta vez eran las cosas de Joan y el secreto compartido permitía que se le restara importancia.
Los tiempos han cambiado y es momento que todos tomemos nota de las nuevas normas, especialmente los más mayores y especialmente los hombres que no se han preguntado nunca si su manera de actuar es ofensiva para los que no están acostumbrados a dictar las normas sino a tenerlas que seguir.
El tema del consentimiento, la relación entre hombres y mujeres, ha dado un tumbo generacional. Un cambio que en este caso ha obligado una dirección que no tuvo las herramientas para acabar con un ambiente tóxico e intimidatorio a dimitir en bloque por no haber conseguido parar “comportamientos abusivos y autoritarios”.
En ningún caso se trata de una cruzada puritana, como algunos intentaron insinuar para restarle profundidad. La libertad individual no tiene nada que ver con la falta de respeto, ni la humillación. Una aula o cualquier contexto profesional exigen el máximo respecto hacia el otro, y esta no es una precisión gratuita, ni poco importante, no es una obviedad. Las relaciones humanas en cualquier ámbito son complejas y solo el respeto mutuo las puede hacer menos lesivas o más ricas.
El tema del IT vale para toda nuestra sociedad y su calidad cívica. También apela a la utilidad de la prensa para acabar con el magma. Hay que entender, y que se imponga a la práctica, que el poder no es un salvoconducto. Al contrario, es responsabilidad y no impunidad.
JUANITO
De la denuncia de los anónimos de quienes han abusado sus profesores al menos anónimo de los abusadores de poder sobre sus ciudadanos. Otro que ha conseguido vivir en el magma de la impunidad y el silencio compartido por un tipo de prensa cortesana que ha callado a cambio de las prebendas sociales y económicas que supone la obediencia.
La noticia dice que el rey Juan Carlos ha pagado en Hacienda 4.395.901,96 euros para evitar las consecuencias de un delito fiscal. No habría pagado impuestos por gastos aproximados de 8,2 millones de euros. Los 4 millones se suman al pago en diciembre de 678.393 euros más. El dinero habría salido de pasar el plato a un grupo de amigos. Parece que ha cerrado préstamos personales que serían transmisibles por vía herencia. Es obvio que Juan Carlos no podrá devolver los préstamos, si no es que salen nuevas fortunas en nuevos paraísos, y que nada es gratis. Los españoles tienen derecho a saber quién ha pagado y quién devolverá y cómo -si con liquidez o en especies y contratos- este dinero.
La operación maquillaje de la figura de Juan Carlos I esta semana en el Congreso por el aniversario del 23-F no engaña a nadie. Bien, hay momentos que parece que al PSOE sí, pero Felipe VI tiene que saber que muchos ciudadanos en Catalunya no están dispuestos a participar de la niebla, del magma que hasta ahora todo lo callaba.