Con la crisis de los docentes nos jugamos el futuro

Las aulas de secundaria tienen déficit de profesores.
07/09/2025
Doctora en ciències de l'educació
4 min

El 29 y el 30 de agosto –pocos días antes de que los docentes de Cataluña volvieran a los centros para preparar la llegada del alumnado de este lunes–, más de 50 países de todo el mundo se reunieron en Chile para firmar el Consenso de Santiago, un acuerdo histórico impulsado por la Unesco.

El Consenso de Santiago es un compromiso internacional para situar la docencia en el centro de las políticas educativas, con la promesa de mejorar las condiciones laborales, la formación y el prestigio social de los maestros. El acuerdo apela a los gobiernos a que inviertan en profesorado y liderazgo educativo como clave del éxito escolar y del aprendizaje de calidad.

En un contexto reconocido de crisis mundial de la profesión docente, en la cumbre mundial de docentes se alertó sobre las crecientes amenazas que afronta la profesión: desde la carencia de recursos hasta la disminución de la vocación docente, lo que ha llevado a una escasez sin precedentes de educadores cualificados. La Unesco estima que, para garantizar la educación primaria y secundaria universal de aquí a 2030, se necesitan otros 44 millones de docentes en todo el mundo. Esta cifra incluye tanto el repuesto de jubilaciones como la creciente demanda de estos niveles educativos. Donde la situación es más grave es en África subsahariana, pero en regiones desarrolladas como Europa y Norteamérica también se detectan déficits importantes: se calcula que se necesitan otros 4,8 millones de docentes para paliar la crisis.

Cataluña también necesita un acuerdo y un consenso amplio de país en favor de la educación, que vaya más allá del gobierno de turno. Porque tampoco se escapa de una escasez estructural de profesorado, especialmente en materias como matemáticas y catalán, con cientos de plazas vacantes y docentes sin la formación requerida. A las vacantes cabe añadir el aumento de bajas médicas, que este mismo diario reveló el pasado curso. Existe un preocupante malestar en el sector que hay que abordar, y que no sólo tiene que ver con la falta de recursos para atender al alumnado con necesidades educativas específicas, aunque también es un factor clave. El desengaño de los docentes nace también de la carencia de autonomía pedagógica, y de los continuos cambios legislativos que no los tienen en cuenta: un ejemplo puede ser la retirada de pantallas y pizarras digitales a infantil después de lo que se ha llegado a invertir en los últimos años en la digitalización de los centros. También crean malestar la desconexión entre la formación inicial que reciben y lo que se encuentran después en el aula; la falta de una buena acogida y de apoyo y acompañamiento en los primeros años de la profesión, y la falta de incentivos y de carrera profesional docente, por no hablar de nuevo de la excesiva cantidad de tareas administrativas que deben asumir en la rutina diaria.

En este contexto, la incorporación de 1.096 nuevos docentes y los nuevos recursos anunciados para el curso 2025-2026 son una buena noticia y un importante refuerzo, pero llegan en medio de un clima de malestar de un sistema que vive desde hace años una inestabilidad crónica en los claustros de los centros. La temporalidad docente en Cataluña era alarmante y gracias a concursos de oposiciones extraordinarios y ordinarios ha mejorado considerablemente. Sin embargo, en el inicio del nuevo curso una de las principales dificultades y preocupaciones que afecta al clima de los centros es la inestabilidad de los equipos.

Este verano han sido noticia las adjudicaciones a los centros públicos, y las dificultades que genera el hecho de tener que mover a más de 57.000 docentes entre concursos, nombramientos y vacantes, generando falta de continuidad pedagógica, ausencia de vínculos con el alumnado y una evidente desigualdad respecto a los centros con menos rotación y equipos más estables. El sistema público de gobernanza debe cambiar para poder dar respuesta a las necesidades actuales. Asegurar la evaluación docente en los centros públicos también debe ser pilar para la mejora profesional y para el reconocimiento al trabajo bien realizado. La mejora educativa tiene mucho que ver con la calidad docente y el buen clima de centro.

En la era de la posverdad, las redes sociales y la inteligencia artificial, necesitamos docentes bien preparados y excelentes, más que nunca, y sin embargo la profesión es menos atractiva. Hay que reclutar y retener a los docentes, antes de que nos encontremos con situaciones más graves, como ya ocurre en Francia y Gran Bretaña. Tanto reclutar como retener no sólo depende de las condiciones salariales y laborales que reivindica algún sindicato: el bienestar docente tiene mucho que ver con recuperar el compromiso, propósito y sentido de la profesión, que sólo se encuentra en los alumnos y su aprendizaje. Las profesiones de cuidado –como son maestros, enfermeras, educadores– sufren una crisis porque la burocracia y la tecnocracia reducen su trabajo humano a protocolos e informes, deshumanizando tareas que consisten en acompañar y estimular a las personas.

El vínculo entre docente y alumno es mucho más que una herramienta pedagógica: según el Consenso de Santiago, es un bien colectivo, parte del patrimonio de la humanidad, porque transmite valores, conocimientos y cultura y garantiza la continuidad y progreso de la sociedad. Por eso, ahora más que nunca, en un mundo de guerras y conflictos, las escuelas son –y deben seguir siendo– un baluarte de la democracia y la paz. Sin docentes no existe educación, y sin educación no hay futuro.

stats