Qué hacemos con la crisis de vivienda

Pocas cuestiones generan hoy tanta unanimidad como la dificultad para acceder a una vivienda. Es una queja que aparece en la calle, en las comidas familiares o en los encuentros entre amigos, y que este verano confirmaba el último barómetro del CEO. Desde el pasado año es la principal preocupación en Catalunya, por delante del descontento con la política, la inmigración o la inseguridad. Y nueve de cada diez personas aseguran que encontrar un hogar adecuado a sus necesidades es una tarea muy complicada.

El mercado de la vivienda es hoy un terreno tan caro como precario. Para la mayoría no hay opciones para adaptar el hogar a cada etapa vital: emanciparse, crecer en un piso mayor o trasladarse a un sitio mejor comunicado. Los expertos coinciden en señalar el mismo diagnóstico: tenemos un problema de oferta. Faltan viviendas justamente en las zonas en las que la gente quiere vivir, donde hay trabajo y servicios. La pregunta clave es: ¿cuántos faltan?

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Según el Banco de España, el desajuste del mercado residencial fue entre 400.000 y 450.000 viviendas sólo entre 2022 y 2024, concentrado sobre todo en Madrid, Barcelona, ​​Valencia, Alicante y Málaga. Algunos expertos, como el sociólogo Jorge Galindo, elevan la cifra a tres millones para pasar de la escasez a la abundancia real. Ante estas magnitudes, los planes institucionales parecen modestos: el Plan de Recuperación quiere multiplicar por diez las rehabilitaciones hasta 2030, y la Generalitat promete 50.000 nuevas viviendas públicas en la misma década. Pero entre las necesidades y las promesas existe un baile de cifras, y el problema no es sólo contar viviendas sobre el papel sino conseguir que se hagan. La realidad es que las trabas burocráticas, la falta de colaboración público-privada, la ausencia de consenso político y la defensa de intereses especulativos siguen actuando como obstáculos mayúsculos para un bien que debería ser de primera necesidad.

Además del poco parque disponible, éste es inaccesible para un sector cada vez mayor de la población. Según el INE, el precio de la vivienda de segunda mano ha alcanzado un récord histórico en 2025, con un aumento interanual del 12,8%, y ya supera los niveles de la burbuja del 2007. La obra nueva tampoco ofrece ninguna alternativa: en la última década se ha encarecido en más de un 50%, situándose en máximos históricos. Las recientes bajadas de tipos han reactivado la firma de hipotecaspero el crédito más barato no ha mejorado la accesibilidad: ha empujado aún más los precios al alza. El alquiler, lejos de ser una salida, se ha incrementado en ciudades como Barcelona en casi un 30% a lo largo de la última década.

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Regular precios puede aliviar, pero no resolverá un mercado que expulsa a la mayoría. Es necesario crear oportunidades reales para quien no puede acceder, con un parque público y asequible que hoy en España representa sólo el 3%, muy lejos del 9% europeo o el 30% de los Países Bajos. La vivienda no puede ser sólo un activo patrimonial en manos de unos pocos: es un derecho básico y la puerta de entrada a oportunidades vitales. Sin un techo digno, es imposible hablar de proyectos de vida, de igualdad de oportunidades o de una economía más productiva y cohesionada. La vivienda es el techo de la sociedad. Y nos está cayendo encima.