Torre de alta tensión
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Somos seres simbólicos y necesitamos objetos en los que proyectar los relatos que dan sentido a lo que vivimos. Que la radio con pilas se haya convertido en el símbolo de la resistencia en el apagón del lunes es un varapalo poético que reúne todos los debates sobre soberanía, resiliencia e interdependencia. El parón obligatorio es un recordatorio fabuloso de que las infraestructuras energéticas son también la base de los sistemas digitales y comunicativos. Ergo, la doble transición –verde y digital– tiene que converger, necesariamente, en una sola. Ahora bien, las soluciones sobre cómo llegar a eso pueden recorrer múltiples caminos.

Con ojos de socióloga, me sirvo de lo que llamamos "tipos ideales" para dibujar diferentes respuestas sociales al apagón. Son retratos simplificadores, pero nos permiten plantear miradas desde distintos ángulos frente a un mismo hecho. Haremos el ejercicio cruzando alcance y orientación prosocial. En el eje horizontal ubicamos el alcance, y recogemos a qué escala actúa la perspectiva (iría de lo que es más individual o micro a la mirada más sistémica o macro). En el eje vertical recogemos la actitud, que va de los posicionamientos más constructivos a los de mayor oposición.

Contructiva,

prosocial

Transformació sistèmica

Resiliència comunitària

(meso)

Sistèmica

(macro)

Individual

(micro)

Nostàlgia resistent

Reacció desconfiada

Opositiva,

reaccionària

Contructiva,

prosocial

Transformació sistèmica

Resiliència comunitària

(meso)

Sistèmica

(macro)

Individual

(micro)

Nostàlgia resistent

Reacció desconfiada

Opositiva,

reaccionària

Contructiva,

prosocial

Transformació sistèmica

Resiliència comunitària

(meso)

Sistèmica

(macro)

Individual

(micro)

Nostàlgia resistent

Reacció desconfiada

Opositiva,

reaccionària

Empecemos por la nostalgia resistente, que hace aflorar cierto orgullo de recuperar la radio de pilas, las velas y el calor de estar juntos sin pantallas. Se basa en el valor de lo analógico como resistencia soberana sin entrar a cuestionar el modelo energético ni tecnológico. Seguimos con la reacción desconfiada, que lee el apagón como una prueba de que hay poderes fácticos con agendas ocultas. La desconexión genera necesidad de un relato simple y defensivo que identifica a países y dirigentes como enemigos externos. Recuerda en parte lo que vimos durante la pandemia de la covid y el negacionismo vacunal. Estos dos primeros tipos coinciden en el pesimismo y la oposición, pero la nostalgia lo aborda desde la mirada individual y la desconfianza sería más estructural.

Pasemos ahora a las miradas positivas. La respuesta de resiliencia comunitaria es pragmática y reclama infraestructuras de proximidad, comunidades energéticas y capacidad tecnológica descentralizada. Lo vimos en forma de vecindarios que se organizaron para compartir información o activar redes de apoyo, y también en las cooperativas energéticas que llevan tiempo intentando dar respuesta a un esquema monopolístico y centralizado. El último arquetipo sería el de la transformación sistémica, que ve el apagón como la oportunidad de abrir un debate profundo, de plantear un nuevo contrato social que resuelva las redes de energía, consumo y relaciones que permitan sostener la vida sin comprometer la capacidad regenerativa del planeta. Esta mirada se ubica en el extremo más macro y constructivo, más teórico pero también más atrevido a la hora de desplazar al capitalcentrismo para poner la vida en el centro.

Las miradas no son excluyentes ni están por orden. Conviven. Cómo activamos lo mejor de cada una dependerá de la capacidad de generar espacios para construir, repensar y despedirnos de vidas de ahora que nos alejan de la vida de mañana.

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