Clinco-clonco. ¿Cuánto ha costado la broma? ¿Eh? Después del viaje, las fotos, los aplausos. Después de todo. ¿Sabéis lo que vale que un tractor venga a Barcelona? Tic-taco; tic-tac... ¿Qué? ¿Eh? ¿Alguien tiene una calculadora a mano? No es necesario. Pregúntele al hombre máquina: el campesino.
Clinc-clonco. Un tractor, eh, eso que tiene ruedas grandes, pues una hora contando gasoil y averías vale 50 euros. Alucina, eh. Venir de lugares que no salen en los destinos turísticos, ni tampoco en los mapas físicos ni mentales, como Fondarella, Linyola, el Poal... hacia Barcelona fueron alrededor de 9 horas en marcha lenta (unos 10 kilómetros por hora). Y volver lo hicieron más rápido: 5 horas. Clinco-clonco. A estos tipos les ha costado al menos 700 euros de zumo. Esto los tractores grandes. Los medios y pequeños, unos 300 euros buenos hacer lo sube-baja. Clinco-clonco. 4.000 tractores alrededor por toda Cataluña el primer día. 2.000 tractores hacia Barcelona en el segundo día. ¿Cuánto sube esto, eh? Clinco-clonco. No haga caja, todavía!
Clinc-cloche. Sume la comida, la bebida. Añada a los que durmieron en hostales, pensiones... Ah, claro... que durante dos-tres días no trabajaron (ahora muchos campesinos están sembrando). Por tanto no facturaron nada. Dejaron de hacerlo todo. ¿A cuánto sale por cabeza todo esto? ¿Quiere más? ¿Y el agotamiento, el cansancio, la fatiga? Espere, que hay más gasto.
Cuenta los que les han jodido multas. ¡Ah! ¿Pensáis que todo era gratis? Hay algunos de ellos. Obstaculizar el tráfico. Reír. Ya sabéis: tragedia es comedia más tiempo. A ver, ¿qué más? ¡Ah! ¿Cree que porque habéis visto unos clac-clac por televisión todo el mundo estaba contento de que entraran por la Diagonal? ¡Nada! Algunos les han gritado si llevaban “Manzanas venenosas en la capital”. Así, en español. Bien, todo normal.
Ha costado mucho. Les ha costado mucho venir a Barcelona, a los campesinos. ¿Por qué? Para nada. Siempre ocurre lo mismo: quieren verse tractores, pero no quieren verse personas. Ya está. Foto hecha. Satisfacción de horas. Placidez de sobremesa. Día dulce. Calidez. Joliu. Alioli. Y todo esto. Pero nada. No vamos a hacer nada. Idos y vueltos.
Ningún trabajo hace lo que han hecho los campesinos. Ningún trabajo cuesta lo que les ha costado esto a los campesinos. Ellos no se veían ni tampoco se ve esa morterada de dinero. Éste es el problema. Estamos en 2024. ¿Tantos años costaba ver a estos tipos que están más muertos que vivos? ¿Tantos? No son días alegres, felices. En 2024 algunos han descubierto que existen otras personas en el país. Pero también ocurrió en el 2023, cuando los campesinos vinieron a Barcelona porque, por primera vez, en casi dos siglos les cerraron el Canal d'Urgell por la sequía. Pero también ocurrió... Siempre ocurre. Cuesta mucho. Sale carísimo. Pero curiosamente, sólo para unos. Quien pagaría mil, mil quinientos, dos mil euros (¡por dos-tres días!) por protestar, por quejarse, por gritar, por decir: ¡estamos aquí! ¡Existimos! ¿Quién? Sólo ellos.
Tranquilos. Ya les queda poco. No van a molestar más. Ya no contaminarán. No van a producir más. No van a gastar más. No harán más. No y no. Cuando no haya campesinos, todos seremos más felices. Podremos disfrutar de la observación perenne de los bellos y diversos cadáveres de la chatarra inmortal de los tractores. Esto no tiene precio. Bien... sí: alguien tendrá que acabar de pagarlos porque los campesinos ya no podrán. Clinco-clonco.