Otra cumbre y ninguna esperanza

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Los líderes políticos presentes en la cumbre del cambio climático de la ONU, la COP28 de Dubai, en la sesión inaugural.

La Cumbre del Clima que se está celebrando en Dubai, la COP28, que todavía dura, ya nos ha dejado más preguntas que respuestas, la misma desconfianza de siempre o hasta aumentada, y un récord muy cuestionable: la asistencia de 100.000 personas, cuatro veces más que en la anterior COP. Que vaya más gente no está intrínsecamente relacionado con que se aporten más soluciones ni de inmediato. Por eso una de las preguntas que surgen inevitablemente es: ¿es necesario que todas estas personas se desplacen con transportes contaminantes para hablar de cómo deben solucionar los países el tema del cambio climático? ¿Es necesario que se desplace a alguien cuando sabemos que todas estas cumbres tienen un coste ecológico y económico desproporcionado, teniendo en cuenta los acuerdos a los que nunca llegan? Si hubiera algún país en el mundo gobernado pensando en el futuro y no en el presente inmediato que da los votos, ¿quiere decir que no nos habríamos enterado, ya? ¿Hay que montar todo este circo ¿para seguir ofendiendo a la ciudadanía, como si no tuviéramos suficientes circos y guerras evitables? ¿Puede ser casi igual de eficaz pero mucho más barato y ecológico poner un cirio a la Virgen y esperar a que llueva y que no suba más el calentamiento global?

Nos hemos acostumbrado a ver la palabra cumbre ya no esperar nada. Normal. Hay ejemplos suficientes para llegar a la frustración global. ¿Qué debemos esperar cuando el presidente de esta COP28 es un político de un país de leyes anacrónicas y feudales, un jeque petrolero que niega la relación científica entre combustibles fósiles y cambio climático? ¿Qué puede hacernos pensar que un individuo como Froilán de Marichalar esté “trabajando” en este encuentro mundial? ¿Cuántos froilanos más puede haber? ¿Qué creemos si la COP27 sirvió para cerrar acuerdos de compraventa de gas y cuando muchos de los representantes que acuden a estas cumbres son lobos con piel de cordero? Este año los récords de temperatura se han destacado de forma visible y angustiosa. Los medios no se cansan de repetirlo. Las angustias no se cansan de aumentar. Pero que existan estas cifras insólitas no nos sorprende, porque no vemos medidas eficaces que nos hagan creer que, a corto plazo, existe una posibilidad de mejora. Hace años que esperamos que el capitalismo afloje su voracidad. Pero lo único que vemos es cómo las grandes fortunas aumentan con los suyos jets privados correspondientes, cómo los países ricos deciden pagar a los pobres por contaminar por encima de sus posibilidades y poder seguir haciéndolo, y cómo se hacen cumbres climáticas en países en medio del desierto que montan pistas de esquí en sus centros comerciales. Que el mundo sea un chiste a mí ya me está bien. El problema es que muertos de sed y calor no podremos reír demasiado más.

Pero no está todo perdido. Es tiempo de inmaculadas concepciones, llenas de gracia, y al menos éstas han quedado libres de pecados, gracias a Dios. Si las cumbres climáticas continúan a ese ritmo escandaloso e inútil, será mucho más fácil y entretenido tener fe en los dogmas de la Iglesia católica. Por cierto, que en Dubai también tenía que ir el papa Francisco pero por culpa de una gripe terrenal tuvo que cancelar el viaje. Quienes no pusieron excusa fueron Joe Biden ni Xi Jinping, los líderes de los dos países más contaminantes del planeta. Quizás estos son los que han considerado que todo se podía resolver por videoconferencia. En cualquier caso, antes resolveremos el misterio de la inmaculada concepción que el de saber por qué se siguen haciendo cumbres contaminantes contra el cambio climático.

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