La ocasión de la presentación, este miércoles, del libro de Josep Reyner sobre el déficit fiscal (Dèficit fiscal, benestar dels ciutadans i competitivitat de l’economia catalana: una situació a revertir, Fundació Vincle) me ha empujado a reflexionar sobre los resultados del modelo foral de financiación del País Vasco y Navarra. Por supuesto, de ahí se salta a la propuesta del gobierno de la Generalitat de financiación singular y a la de disponer de un modelo de financiación inspirado en el concierto económico vasco. Desde Madrid se suele descartar de raíz la hipótesis de un concierto económico para Catalunya con un argumento que podemos sospechar que no será el principal, pero sí es el que más les gusta porque lo deben de ver menos conflictivo y menos complicado: el País Vasco es muy pequeño y su excepción no se podría generalizar.
Vale la pena que hagamos algunos números sobre si es pequeño o no. En un libro publicado en 2015 (Volem la independència?) yo mismo hacía algunas cábalas, bien documentadas, para los años 2011 y 2012. Para 2011, los recursos disponibles de las comunidades autónomas (CA) de régimen común ascendían a 2.178 € per cápita, mientras que los de las dos CA de régimen foral ascendían a 4.097, un 88% más. El País Vasco se situaba un 96% por encima de la media del régimen común, y Navarra un 60%. Si multiplicamos la sobrefinanciación vasca (4.277 €-2.178 €=2.099 €) por la población vasca del mismo año tendríamos un importe de 4.585 millones de euros. No entro en correcciones por paridad de poder adquisitivo. Son los recursos que obtuvieron de más que la media de las comunidades autónomas de régimen común. Repartidos entre todos los ciudadanos del Estado, significarían 97€ per cápita más. Repartidos entre la mayor población receptora de transferencias por el modelo de financiación autonómica, que es Andalucía, representarían 544 € per cápita. Esta cifra es prácticamente idéntica a la que Andalucía recibió, por encima de su capacidad fiscal, en 2012 mediante el modelo de financiación: 534 € per cápita. O sea, la sobrefinanciación vasca por encima de la media del modelo era equivalente a la financiación, suplementaria a su capacidad fiscal, que se transfería a toda Andalucía. Dicho de otra forma, es muy relevante desde todos los puntos de vista: la solidaridad con Andalucía era igual a la solidaridad con el País Vasco. De hecho, en el mismo año 2012, mediante las aportaciones de las CCAA más ricas y del presupuesto del gobierno central, se inyectaron 11.284 millones de euros a la financiación autonómica. La sobrefinanciación vasca representaría un 40,6%. Si le sumáramos la navarra (840 M€) nos iríamos al 48%. Esto ni es pequeño ni es despreciable.
Por los pocos datos históricos de los que disponemos sobre todas las balanzas fiscales por CA, que se limitan a los años 2005 y 2011-2014, el País Vasco sufría en 2005 un pequeño déficit fiscal según el método de la carga del beneficio, que oscilaba, según las distintas opciones de cálculo usadas, en torno al -0,2 por ciento, o sea, ligeramente negativo (déficit). Para 2011-2014 ha pasado a gozar (una aproximación al método de la carga del beneficio) de saldos netamente positivos, hasta alcanzar un superávit del cuatro por ciento. No tenemos más datos. Las mejoras y actualizaciones de la cuota vasca hacen pensar que el superávit fiscal vasco sigue creciendo.
Buscando datos de financiación más recientes, el colectivo Economistes pel Benestar estimó que los ingresos a disposición de las autoridades vascas eran, para el 2021, un 84% superiores a los de Catalunya. Este orden de cifras, multiplicadas por la población vasca, nos vuelve a llevar a bastante más de 5.000 millones de euros. Un estudio del departamento de Economía de la Junta de Castilla y León ya llegó a una conclusión consistente con estos datos cuando estimaba que la cuota vasca iba a ser para el año 2018 de ese mismo orden de magnitud (5.000 millones), que sería unas cinco veces la cuota que estaban pagando.
Repito a todo el mundo que se interesa por el conflicto económico-territorial del Estado que el problema es que hay tres áreas ricas: Madrid, el País Vasco y Navarra y Catalunya, las Islas y el País Valenciano. La primera contribuye mucho a la financiación común, pero la mayor parte de lo que aporta es en provecho propio. La segunda, País Vasco y Navarra, no solo no contribuye –era lo que se podía decir hace veinte años– sino que es receptora del resto del Estado. La tercera –Cataluña, las Islas y la Comunidad Valenciana–, en proporciones diversas, es la que lo paga todo: la capitalidad, la solidaridad territorial y las excepciones forales. Resulta que queda muy por debajo de su capacidad económica y de su esfuerzo fiscal. En resumen: la cuota vasca es el elefante en la habitación. Nos concierne a todos.