Derechas catalanas, izquierdas españolas
Las declaraciones de la secretaria general de Podemos, Ione Belarra, en la entrevista que le hacía el pasado domingo Núria Orriols en este diario han traído cola toda la semana y han reavivado una de las tirrias más enquistadas e improductivas del mundo político catalán y español. Es la que enfrenta a la derecha catalana con la izquierda española, con acusaciones mutuas que siempre son las mismas y que se sustentan básicamente en prejuicios y lugares comunes. La propia Ione Belarra es una de esas figuras a las que le encanta expresarse con consignas, y se siente reafirmada cuando suelta los tópicos según los cuales la derecha catalana es una reproducción más o menos de la española, porque por lo que se ve su capacidad de observación y análisis de la realidad es incapaz de ir más allá. Es cierto que el catalán rancio y usureros existe, y estos mismos días hemos visto al presidente de la patronal, Josep Sánchez Llibre, casi retorciéndose en las reverencias simultáneas al PP, Vox y Junts por haber votado contra la semana laboral de 37,5 horas. Pero es absurdo e injusto que Belarra, y quienes piensan como ella, nieguen la evidencia de que una parte importante de la derecha catalana (al contrario de la española) tuvo un papel fundamental en la lucha antifranquista, y que también ha contribuido de forma decisiva, para bien y para mal, en la construcción de la abollada democracia española. Por otra parte, y como se le ha recordado, es de mal gusto que Belarra se aventure en conjeturas sobre qué harían o dejarían de hacer los Mossos en una situación hipotética, cuando los cuerpos de la Guardia Civil y la Policía Nacional tienen un historial tan desgraciado y tan real en cuanto a racismo y represión de inmigrantes, y cuando la masacre de Melilla de hace tres años se perpetró siendo ella ministra, sin que Podemos lograra hacer dimitir a Marlaska ni apenas se oyera la voz de Belarra dentro del consejo de ministros.
A la vez, las palabras de la secretaria general de Podemos han servido de pretexto para que el independentismo victimista se haya desahogado en su mantra, según el cual lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas. Con pequeñas variaciones, esta idea se ha repetido durante días, acompañada de listados de agravios, etc. Coger una boutade o una ocurrencia como herramienta de interpretación de la realidad, o proclamar que todavía es más nocivo y más anticatalán el mundo político de Podemos y Comuns que el del PP y Vox, tal vez le pueda servir a alguien para desahogarse, pero no es más que una expresión de antipolítica primaria y casi infantil de tan inmadura, que obviamente no sirve para comprender la complejidad del siglo XX y XXI en Cataluña y en España. Ni ayuda tampoco a ninguna acción política positiva, en ningún sentido.
Las diferencias entre las culturas políticas catalana y española son antiguas y arraigadas. Pero la derecha ultranacionalista sí es la misma para todos (y contra todos), y el primer error que se puede cometer delante suyo es perder el tiempo en peleas estériles y en lecturas parciales de la realidad.