Los disfrutadores y los elaboradores

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Campo de viñedos del Montsant.

Quizás dependiendo de la ideología, de los intereses que tienes, te fijas en una conselleria más que en otra. Quizás quien tiene hijos se fija, sobre todo, en Educación, y quien tiene un trabajo relacionado con el teatro o los libros, con Cultura. Quizás hay quien se fija en todo, quizás hay quien se fija en nada.

Yo, que soy del sector de los libros pero que también soy una gran aficionada a la cultura del vino, diría que la cartera de Agricultura, en estos momentos, es fundamental. Venimos de las revueltas campesinas, venimos de la sequía, y los viticultores te dicen que hace tiempo que no recuerdan un año normal. Tengo amigos en este entorno que ahora están volviendo, ahogados, los créditos de la covid. La viticultura –que forma parte de la cultura– es una pieza fundamental de nuestra forma de hacer que deberá ser escuchada, tenida en cuenta, ayudada. La industria del vino implica bares de vinos, sumilleres, enólogos, productores, camioneros, campesinos, veterinarios, restaurantes (ahora que seremos región mundial de la gastronomía), cazadores, montadores de vallas cinegéticas, diseñadores de etiquetas, marchantes de vino, comerciales e, incluso, influencers de esos que tienen tanta gracia, se ve, en TikTok...

No hace mucho, a raíz de la pieza que escribo, tan contenta, los domingos sobre un vino, me visitó una delegación riojana. Venían a explicar (viaje, hotel, muestras, almuerzos...) que este vino, el suyo, representa a España, y que encontraban que no se le tiene suficientemente en cuenta. Me preguntaron qué vinos bebía y se sorprendieron cuando les dije alguna maravilla catalana. Ellos esperaban que los de aquí también tomáramos vino de allá.

Que todas las voces de este sector, todas, puedan ser escuchadas. Que todas las formas de hacer tengan cabida, que los disfrutadores hablemos con alegría, con toda la alegría que se supone que debe haber en una copa cuando brindamos.

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