Wall Street en una imagen de archivo.
15/12/2025
3 min

La estrategia nacional de seguridad de EE.UU., que se hizo pública la semana pasada, es un documento excepcional. Pone negro sobre blanco muchos de los cambios radicales de la política estadounidense que ya hemos visto durante el 2025. Tiene profundas implicaciones para la sociedad europea y su economía.

Confirma la renuncia de EE.UU. al multilateralismo. Refleja su creencia de que lo mejor para el progreso del mundo es un entorno en el que cada una de las naciones persiga sola sus propios intereses. Para los actuales dirigentes americanos, este orden es el que históricamente ha sido la norma, y ​​es lógico y natural que las naciones más grandes y fuertes tengan un papel dominante. EEUU reconoce así que quiere un mundo en el que impere la ley del más fuerte, y proclaman, sin pedir perdón, que en esta nueva era su nación está destinada a ocupar un lugar preeminente.

Reconocen, sin embargo, que puede haber otras grandes potencias –China, sin mencionarla– y que las prioridades norteamericanas deben ser el hemisferio occidental –que es su área de influencia– y la defensa, en todo el planeta, del acceso a todos aquellos recursos y puntos geográficos críticos para el progrés.

La nueva estrategia americana establece claras prioridades en el ámbito económico, indicando tres sectores en los que el objetivo es disfrutar de una posición global de dominio. Son la energía, las finanzas y las nuevas tecnologías. Se habla de la proyección exterior de su suave poder, pero esto es pura retórica. La estrategia pone énfasis en conseguir un equilibrio en las relaciones con los socios comerciales, pero queda claro que utilizarán, tanto como sea necesario, su dominio actual para forzar las negociaciones como les convenga. Ya lo hemos comprobado con los acuerdos arancelarios de este año, en los que han utilizado la amenaza de no apoyar militarmente a Ucrania para obtener grandes ventajas.

La nueva política tiene contradicciones evidentes, se fundamenta en prejuicios y es nostalgia, por decirlo suavemente, y es más propia del siglo XIX que del siglo XXI. Pero para Europa, sus ciudadanos y sus empresas, estas carencias no son lo relevante. Lo crucial es cómo hacerle frente.

Trump y sus equipos quieren una Europa supeditada en EEUU, en la que dominen los estados nación y no organismos supranacionales como la UE. Una Europa dividida y gobernada por partidos "patrióticos". Unos países europeos que, así aislados, serían mucho más sumisos y fáciles de manipular por la gran potencia americana, que ya se preocuparía de que no cayesen en la órbita de la otra gran potencia.

En este nuevo mundo que dibuja la rivalidad EE.UU.-China, una Europa de estados nación tendrá muchas dificultades para competir y mantener su nivel de progreso. E, incluso, por disponer de políticas propias, autónomas, que reflejen la voluntad democrática de los pueblos europeos y su manera de entender el mundo, basada en la democracia liberal y un orden internacional fundamentado con reglas acordadas de forma multilateral.

En el nuevo mundo de rivalidad entre grandes potencias, sólo una Europa unida podrá defender sus valores y sus intereses. Dicen que la UE se ha construido en los momentos de crisis. ¿Qué más debe ocurrir para que los países de la Unión nos demos cuenta de la trascendencia del momento? La estrategia americana ya ha quedado clara: divide y vencerás. ¿Cuándo daremos el paso, decidido, hacia una verdadera integración política?

stats