Dostoievski vuelve al pueblo

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Dos hombres miran el caudal del río Freser a su paso por Campdevànol NEREA GUISASOLA / ACN

Siempre que tengo un problema me foto un trago de Dostoievsky. Con hielo, eh. Sólo me calma esto. Frases de bar de sol y sombra. Dice el tipo, en Memorias del subsuelo, que, en la vida (¿a la muerte, sí?) dos más dos no hacen cuatro. Y no le dieron el premio Nobel de matemáticas. ¡Cuánta injusticia campa por este mundo! Las cifras, los números, se equivocan y mucho.

70.000. Ésta es la cifra (mínima) de personas que en los próximos años marcharán del área metropolitana de Barcelona a zonas rurales o menos pobladas. Pero unas 250.000 desearían joder el campo. Sólo son algunos de los dígitos del estudio del Instituto Territorio metropolitano (Rural y urbano: migraciones, entorno residencial y estructuras de oportunidad). Interesante. Pero hace años que pasan cosas en este país que no salen a los números y no por eso no son reales. KM 0. Cifra falsa: se pone el cambio de muchas cosas en la pandemia. ¿Es ese momento en el que todos dijimos, y redirigir, que era más importante por la existencia de la humanidad y los selenitas la manzana de un campesino que la pelota de un futbolista? Reimos hasta morir...

Mucho antes del virus ya estaban pasando cosas en “el país” y no en “el territorio”. A partir de 2009-2010 personas nacidas en los setenta volvían de la ciudad al pueblo. Habían ido a estudiar su día a Barcelona. Encontraron trabajo e incluso formaron familias. Pero... No, no, la economía no explica todo. Aquel aire de una Barcelona asfixiante ya desbordaba con la química de la nada. Como lluvia china volvían. Los tenías que ver en la tierra y no en el cielo. El xim-xim no ha parado y ha asonado. Ahora mismo está sucediendo algo que no detectarán los números, pero es real como un cáscara bien dado. Mirad.

Los jóvenes de veinte años de comarcas se toman Barcelona sólo como una beca existencial, una propina divertida de la vida. Los años de universidad, algún más de trabajo o vagar y, por primera vez, tienen claro algo: aquí no se quedan. No verá cifras, pero existen estos niños y niñas a manta. ¿Por qué? Barcelona no es ya un destino. Barcelona ya no es el camino que debe llevarnos... ¿a dónde? Esto, ¿dónde?

Sume a todos estos los miles esparcidos por el mundo que, algunos sí, pero otros no deben pisar ni un estudio barcelonés. Tenga en cuenta, y recuento, a los miles de catalanas que sólo se acercan a Barcelona para coger un avión en el pueblo de El Prat de Llobregat. Está lleno de personas en todo el país que conectan con el mundo directamente sin tener que pasar por Barcelona: físicamente, virtualmente, espiritualmente, neuronalmente... Conozco de la Pobla de Segur, en Ribes de Freser, en Tortosa... Sabéis ¿qué ocurre? Existe una Barcelona analógica y una Cataluña digital. La no capital ya no capta las señales de los tiempos. Barcelona ha vuelto a las murallas, y dentro, encarcelados, ya no hay ciudadanos, hay... ¿Qué hay?

En las ciudades hay muchas personas que piensan entender, comprender, el mundo con la lectura... de ofertas para comprar un móvil, o una cortadora de pelos de la nariz vía wifi. Creen que la vida es esto: 10,99, o 189,34. Todo cuadra... en el papel de fumar. Pero hay gente por el país que no sabe sumar, contar, pero le salen los números, porque claro, si tienes dos y gastas tres te quedas sin nada y dos más dos no hacen cuatro... ¡Ah! Y también saben leer, incluso sin saberlo, o practicarlo. No puede no hacerlo. Leen aunque no quieran. Como escribió Dostoyevski: “La naturaleza es un espejo, es el espejo más transparente, ¡basta con contemplarlo!” Quizás lo que no sale a las cifras es eso: la lectura de la vida real frente a las narices que hacen miles de catalanes.

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