Pedro Sánchez y Angela Merkel en una imagen anterior a la pandemia de covid -19.
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Intentando entender el actual esperpento político español en su contexto, lo único que se me ocurre es aquello tan usado de que un mundo nuevo está empezando a surgir y el viejo todavía está aquí. El mundo nuevo: después de la pandemia veremos si lo que domina es la interdependencia mundial, la ciencia, la economía digital, la Unión Europea y las organizaciones internacionales... y nuevas pandemias de las que continuaremos aprendiendo. El mundo viejo: la política nacional. La de España, ciertamente patética. En medio de una enorme crisis sanitaria y económica, los políticos españoles se dedican a jugar a cromos con mociones de censura, tránsfugas, elecciones anticipadas, persecución cruda de cargos, suspensión indefinida otra vez de la renovación del poder judicial, demagogia, personalismos, ineptitud y desprecio general de los intereses de la sociedad.

Puede sonar un poco exagerado porque el cambio no se consumará a corto plazo y la transición se puede hacer muy larga y angustiosa. Mientras tanto, he visto estos días varias citas de la famosa humorada de Bismarck: España es el país más fuerte del mundo porque lleva varios siglos intentando destruirse a si misma y no lo consigue. Si ahora no lo consigue es gracias a la Unión Europea. España tiene el 10% de la población de la UE y esta le quiere dar o prestar un 20% del total de la ayuda a la recuperación que emitirá. España es, como se decía de algunos bancos en la crisis de hace diez años, too big to fail. Europa no se puede permitir que España se hunda porque es demasiado grande e interdependiente y los efectos restrictivos sobre el comercio internacional, la retirada de inversiones extranjeras y el crecimiento de la emigración a otros países serían demasiado perturbadores.

Sin embargo, todavía no está claro. Del rescate que España recibió de la troica durante la Gran Recesión, se gastó menos de la mitad, en gran parte por falta de proyectos serios y gestión competente. Ahora la Comisión Europea pone condiciones más severas: hay que presentar proyectos de gasto e inversión a favor de la economía medioambiental y digital, con resultados que se puedan evaluar, y hacer reformas pendientes que mejoren la estabilidad laboral, la viabilidad de las pensiones y la eficiencia de las empresas. La vicepresidenta Nadia Calviño, que debe de ser de las pocas competentes y fiables, ya ha hecho un borrador, pero todavía no está aprobado por Bruselas. Si la crisis política se amplía, los gobernantes españoles podrían no cumplir las condiciones, recibir menos o volver a gastar solo una parte para salir del paso e ir tirando. Porque saben que en último extremo la UE vendría a ayudar para evitar un mal mayor.

Se podría decir algo parecido de Italia, pero allá han optado por un gobierno de unidad nacional con los más competentes, como ya hicieron hace unos años gracias al inolvidable presidente Giorgio Napolitano. En España podría haber también un Mario Monti o un Mario Draghi, pero los politicastros que manejan el cotarro no le permitirían que les ocupara las sillas.

Josep M. Colomer es politólogo.

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