La España vaciada: una nueva rendija en la crisis territorial

3 min
Pablo Casado sábado por la noche, al mitin de cierre de campaña en Valladolid.

Por primera vez en la historia, unas elecciones en Castilla y León adquieren interés estatal. La campaña electoral se ha nacionalizado y los resultados surgidos de las urnas tienen repercusión más allá de la propia comunidad. El propio Pablo Casado ha apostado por tener una intensa presencia –no muy exitosa en términos de comunicación política– y ha aparecido día sí día también en un pueblo o granja del territorio castellanoleonés. Pero, paradójicamente, y aunque los medios no se hayan hecho mucho eco de ello, en estas elecciones también se ha hablado de los problemas y las necesidades del territorio, de las provincias olvidadas. Y se ha hecho con un lenguaje y una aproximación diferentes de los de los grandes partidos, con una mirada empoderada desde la proximidad. No en balde la fragmentación en el legislativo es la más alta de la historia: hay hasta 8 candidaturas.

Vox y la España Vaciada, protagonistas de la noche electoral. Como titular, podríamos decir que dos espacios políticos son los grandes protagonistas de la noche electoral: Vox, que pasa de 1 a 13 escaños y recompone el ala derecha del tablero; y la irrupción de la España Vaciada –la genuina con Soria ¡Ya! obtiene 3 escaños, pero el fenómeno también está detrás del crecimiento de otras formaciones de carácter localista: Unión del Pueblo Leonés (2) y Por Ávila (1)–. En el primer caso se trata de la confirmación de los resultados electorales de las elecciones generales de 2019 (desde entonces aumenta un punto). La derecha radical entra en todas las provincias, menos en Soria, con un porcentaje de voto del 17,6%. A falta de confirmarlo con las encuestas postelectorales, y guiándonos por las realizadas durante la campaña, el partido de Abascal drenaría principalmente voto de PP y Cs. En el segundo caso, se trata de la entrada de la agrupación de electores Soria ¡Ya!, con un 42,6% de voto en la provincia, así como la subida de 11,1 puntos de la leonista UPL –fundada en los años ochenta con carácter regionalista– y de Por Ávila –de reciente creación a partir de una escisión del PP–, que aumenta 7,2 puntos.

Recomposición en la derecha y retroceso en la izquierda. El PP gana las elecciones en Castilla y León con 31 escaños pero con unos resultados muy por debajo de las expectativas (de hecho, sube dos escaños pero baja un 0,06% en votos). Si bien Mañueco y Casado habían diseñado esta contienda como una repetición de la proeza de la Comunidad de Madrid, el 13-F ha dejado debilitados al presidente de la comunidad y al presidente del partido. El primero porque tendrá que negociar con un Vox fuerte. El segundo, porque se le hará muy difícil la gestión de los resultados en clave interna, y quizás ni llegará a las generales. Además, la caída de Cs de 12 escaños a solo uno los deja a las puertas de la desaparición. Las opciones del ahora presidente castellanoleonés podrían pasar por tres escenarios: a) pacto de PP con Vox, muy previsiblemente con la entrada del partido verde en el ejecutivo con una vicepresidencia de la comunidad; b) repetición electoral, dejar correr el reloj dos meses a partir de la primera investidura fallida; c) gran coalición con una colaboración PP-PSOE que actuara como cordón sanitario.

En la izquierda, PSOE y UP-IU retroceden: el primero perdiendo el liderazgo de la cita electoral y consiguiendo 28 escaños (7 escaños y 4,6 puntos menos respecto a 2019), el segundo se queda con 1 escaño por Valladolid (1 escaño y 2,2 puntos menos). Más que hacer autocrítica, a estas formaciones les toca repensarse. El mañana será otro día les puede dificultar la victoria en las próximas generales aunque los resultados de la acción de gobierno sean buenos comparativamente con el entorno europeo. Tienen que reconsiderar imaginarios y propuestas y, sobre todo, la construcción del sujeto político. Les hace falta valentía para materializar un giro de progreso, pero también flexibilidad para superar las lógicas partidistas que tienden a la burocracia y la mediocridad. Yolanda Díaz seguro que ha tomado buena nota de ello.

El eje territorial se hace un sitio en la disputa. En definitiva, la campaña en Castilla y León ha saltado de escala e impacta en la correlación de fuerzas de los partidos estatales. Pero también irrumpe con fuerza una nueva política de proximidad que introduce el eje territorial, que no nacional, en el centro de la disputa. Los históricos déficits en recursos e infraestructuras, la dejadez en la busca de procesos de desarrollo autocentrado, el desprecio del centralismo del Estado y la comunidad autónoma de Madrid, empiezan a ponerse sobre la mesa y politizan los malestares en varias provincias de España. No es nada nuevo, porque la plataforma Soria ¡Ya! cuenta con 21 años de experiencia, pero sí es cierto que se abre ahora una estructura de oportunidad política, una nueva rendija en la crisis territorial del Estado.

stats