De pactos y martingalas
y ESTHER VERA
31/10/2021
3 min

Cuando pactar se califica de “martingala” y la negociación de unos presupuestos se compara con una “subasta”, es que gobierna la izquierda en Madrid. O mejor dicho dicho, gobiernan aquellos a quienes se considera unos intrusos en el orden natural de las cosas. ¿Esto significa que todos los acuerdos son positivos o que estén impulsados por las más virtuosas razones? Obviamente no, pero no deja de ser curioso que el elogio de la política y el pacto entre diferentes siempre sea una traición en España cuando intervienen el PSOE y los representantes de la España no homogénea.

La política y la prensa madrileñas estaban este sábado alteradas por la luz verde del PNV y de ERC a la tramitación de los presupuestos del Estado. Como siempre, resultaba más incomprensible la reivindicación republicana sobre la lengua que cualquier otra reivindicación económica o de transferencias tangibles. Para decirlo así, dentro de su infinita maldad, el PNV resulta comprensible porque sus negociaciones son fácilmente traducibles, pero ¿los catalanes? Qué pueblo sentimental, como decía Ortega.

El desprecio y la incapacidad de entender el papel de la lengua lo explica El Mundo cuando se pregunta retóricamente si “el hecho que Netflix emita un porcentaje determinado de sus ficciones y documentales en catalán será clave para contener el alza inflacionista que estrecha los cinturones de todas las familias, para que los datos del PIB no alejen la recuperación o para que el precio de la luz deje de marcar máximos históricos”.

La incomprensión del papel de la lengua en las reivindicaciones soberanistas o simplemente catalanistas se mantiene inalterada. Ni se entiende ni probablemente se entenderá, en un determinado Madrid monolingüe, que la reivindicación de la lengua no sea una reivindicación ni menor ni tampoco excluyente dentro del país. Por incomprensible que resulte a un bilingüe, en una determinada España se mantiene inalterado el complejo de superioridad del monolingüe que se permite asociar el valor o la grandeza de una lengua al número de hablantes o, sobre todo, a su capacidad de imponerla políticamente.

La importancia de la política elegida por los republicanos para negociar los presupuestos es incuestionable en Catalunya, pero tampoco es una finalidad en ella misma, sino que la negociación empieza ahora. No se conocen los porcentajes ni tampoco el papel del doblaje y la subtitulación en el mix del pacto. Tampoco se puede pensar que tener una parte de las plataformas en catalán pondrá fin al grave problema de producción de contenidos propios de una industria audiovisual que se escapa a Madrid porque el mercado está ahí, o que Tv3 podrá renunciar al público infantil no ofreciéndole productos de calidad compatibles con la investigación de la audiencia, como hizo durante décadas.

La negociación de los presupuestos apenas empieza, y en las relaciones entre socialistas y republicanos hay muchas cosas que no sabemos. Que la mesa de diálogo se haga con una cierta discreción no tiene que impedir exigir que avance.

El acuerdo para tramitar los presupuestos allana las relaciones de “confianza” entre los negociadores, en palabras de un republicano, pero no se tendría que perder de vista que el único instrumento de presión es la mayoría parlamentaria, y no son pocos los actores importantes de la política catalana que esperan pacientemente el fracaso del diálogo con el convencimiento que “una vez aprobados los presupuestos, el PSOE no tendrá ningún incentivo para avanzar en el diálogo” y la mesa quedará en vía muerta.

ERC, que la noche del 25 de septiembre de 2017, cuando el president Puigdemont se inclinaba para ir a elecciones, le retiró la confianza, sabe perfectamente que su suerte está en gran medida vinculada a la de Pedro Sánchez. No deja de ser paradójico que la negociación pase ahora por Gabriel Rufián. Algunos en JxCat esperan la derrota desde fuera de la mesa de diálogo y mientras tanto se debaten sobre si hay que desgastarse o no creyendo que el expresident Carles Puigdemont facilitará un momentum que rompa el statu quo.

El problema es si mientras tanto sus representantes en el Congreso se convierten en marcianos dentro de la política española -ya por sí misma plagada de alienígenas- y pierden la utilidad en la política diaria que va más allá del cumplimiento de las estrategias y los objetivos finales pero mejora la vida de cada día de los ciudadanos. Hoy Sánchez quiere presupuestos y encarar el país, con la recuperación, hacia unas nuevas elecciones. ERC quiere reforzar la hegemonía dentro de Catalunya y JxCat espera desde dentro del Govern, pero desde fuera de la mesa de diálogo, que estos dos muestren los límites de la capacidad de transformar España que pueda tener el PSOE. Mientras tanto, como diría Pujol, peix al cove, o, lo que es lo mismo, intentar mejorar la vida cotidiana de los ciudadanos.

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