El eterno retorno y la Ilíada
14/10/2025
Directora del ARA
3 min

Sonó el teléfono y era el amigo poeta para explicar que dejaba la quimioterapia. Sería la última conversación. En un momento del diálogo sobre cómo vivía el fin de la vida, concluyó: "Todo está en la Ilíada". El género humano demuestra sin fin que no aprende de la furia ni de la compasión. Era sábado por la mañana, hacía sol y cortaba las hojas muertas de una aspidistra, una planta humilde y esbelta que no pide atención y de la que él me había enseñado el nombre.

Hace dos años, el día 7 de octubre, la ira, el fanatismo y el terror se abatieron contra jóvenes libres que se divertían en un festival y familias que tenían delante su día festivo. Aquel acto terrorista puso en marcha una operación salvaje sobre todo un pueblo con el ánimo de ahogarlo en sangre, arrasarlo y borrarlo de la tierra.

Hoy los bombardeos sobre una Gaza en ruinas se han interrumpido y el ejército del genocida primer ministro Benjamin Netanyahu empieza una lenta retirada parcial. Es una buena noticia, pero es de una fragilidad extraordinaria. Asistimos a los primeros pasos de un acuerdo que puede salvar vidas pero que no garantiza la paz. A una tregua que es imprescindible pero precaria, y que para ser duradera y estable necesitará mucha voluntad, capacidad de presión sobre las partes e inteligencia política.

Solo con una verificación real y una arquitectura política sólida que nunca hemos tenido hasta ahora se podrá evitar que fracase la tregua. Es un pacto necesario que sin unas garantías que hoy todavía no existen puede quedarse en una simple pausa antes de la próxima guerra.

El acuerdo reciente entre Israel y Hamás consiste en un alto el fuego parcial, un intercambio de rehenes y prisioneros y una retirada progresiva de las ropas israelíes. El cumplimiento de las condiciones necesitará tiempo, voluntad de las partes y observadores con capacidad disuasoria.

La fragilidad del acuerdo consiste en el hecho de que Israel no ha asumido compromisos verificables sobre su retirada ni sobre el acceso humanitario, lo que deja el pacto a merced de la confianza, un bien muy escaso tras dos años de devastación.

Benjamin Netanyahu es el principal obstáculo para consolidar la paz, porque sus decisiones militares y diplomáticas responden más a cálculos internos que a una estrategia nacional israelí. Cada día de guerra contra la población palestina ha erosionado la legitimidad moral y política de Israel, y en algún momento los ciudadanos tendrán que enfrentarse a ello en las urnas si pretenden que su país sea considerado todavía una democracia.

El acuerdo es profundamente asimétrico: Hamás tiene que cumplir obligaciones inmediatas, mientras que Israel conserva la capacidad de frenar y revertir los compromisos.

Sin garantes externos activos –Estados Unidos, Egipto, Catar y la UE–, la tregua puede quedar en papel mojado de manera rápida. La estabilidad dependerá de la verificación y de sanciones automáticas en caso de incumplimiento; si no, la reserva de odio es hoy tan enorme que hará volver la violencia. Solo es cuestión de tiempo.

La reconstrucción de Gaza y la creación de una autoridad civil son condiciones esenciales para dar estabilidad al proceso.

A corto plazo, hace falta un mecanismo internacional de control capaz de comprobar cada paso y sancionar incumplimientos. A la vez, es esencial una secuenciación clara: que las fases de retirada, liberación y reconstrucción estén claras en el calendario y sean irreversibles.

A medio plazo, el pacto debe conducir a una arquitectura política e institucional para una Gaza que hoy está desarticulada políticamente. Necesitará una autoridad reconocida y supervisión internacional. Sin gobernanza, el vacío de poder será la semilla del próximo conflicto.

Y, finalmente, los garantes externos (Estados Unidos, UE, Egipto y Qatar) tendrán que asumir su responsabilidad como mediadores activos, no como observadores pasivos.

El presidente norteamericano, Donald Trump, ha conseguido un alto el fuego valioso, pero la pregunta ahora es si mantendrá el interés por pacificar la zona y buscar una paz estable, cuando ya no le hacen falta gestos dirigidos al comité que otorga el premio Nobel de la paz. El acuerdo alcanzado es un principio de paz, pero aún no es la paz, y ahora viene la parte más difícil, ya que la solución de los dos estados es prácticamente imposible a pesar de los reconocimientos internacionales. En las próximas horas veremos el retorno de rehenes vivos, cadáveres y encarcelados. La alegría será desbordante para algunas familias, pero la paz no se puede imponer y todavía está lejos. Necesitará reconvertir dos pueblos hoy exhaustos por la violencia y consumidos por el odio. Una vez más.

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