Me cuentan que en TV3 se hará un reality show de manicura. No es ninguna broma. Los que paseen por las ciudades habrán visto la proliferación que hay de los establecimientos que te "hacen" las uñas. Siempre están llenos. Suelen trabajar mujeres jóvenes, que demuestran un fervor sin límites para el oficio. Liman con complacencia, se saben los colores de moda, abren y cierran cajones para extraer algodón, potitos de detergente o muestrarios. Tocan las teclas del móvil con unas uñas largas y rojas como rábanos. También están los locales que están regentados por chinos, donde a veces hay hombres, que también liman. En uno de estos establecimientos, vi al patriarca durmiendo en la silla de “hacer” los pies. Todos utilizan palabras como permanente o semipermanente. He entrado alguna vez. El placer de abandonar las manos, allí, en esa almohada, mientras alguien te las machaca con crema provoca electricidad en el pelo. A mí me duran poco estas uñas. Son incompatibles con escribir seguido y plantarse.
Entiendo que uno reality así pretende tomar nuevos espectadores. Jóvenes no catalanohablantes que adoren el arte de la cutícula. Me imagino los dramas del programa –me has roto una uña y me caso mañana– y los aplausos –esa mariquita minúscula que me has pintado en el pulgar es arte–. Quizás haya un Jordi Cruz que expulse a los presuntos amputadores de dedos. Y, en fin, si se puede hacer un reality de una actividad como las uñas, ya se puede hacer de todo. De las camareras de hotel, de los trabajadores de un supermercado, de los de un call center (éste estaría bien: gana quien venda una sola oferta). Y, en fin, quizás podemos hacer uno callistas, dentistas, proctólogos, comadronas. Ya me estoy imaginando el Palau Sant Jordi con el festival de las uñas. Qué euforia.