Cuando los exámenes son un drama

Ahora que se han acabado los exámenes de la selectividad, dejo aquí el comentario de una profesora que ayer acompañó a sus alumnos a la prueba: "El examen de mates ha sido un drama, la mitad han salido llorando. Por no hablar del hecho de que seguro que hace días que duermen mal y se alimentan de café o de Monsters, pero es que en general cualquier contrariedad les es un drama".

Esta observación es un retrato parcial y no quiere ser, de ninguna manera, una causa general contra los jóvenes, que, por otra parte, se giraría inmediatamente contra nosotros, los adultos, como responsables de su educación. Pero la rectificación misma del Govern, horas antes de los exámenes, sobre si las faltas de ortografía contaban o no contaban es lo suficientemente elocuente, y no ya sobre el hecho de que haya bajado el nivel, sino sobre el hecho de que haga años que sabemos que no vamos bien y nos cueste tanto rectificar.

La vida espera a estos chicos y chicas, y el mercado de trabajo también. En la Trobada Empresarial al Pirineu, que se ha celebrado en la Seu d'Urgell, preguntan a los asistentes quién tiene previsto contratar a trabajadores en los próximos meses y se levantan casi la mitad de las manos. Preguntan quién tiene dificultad para encontrar a gente preparada, y se levantan casi todas las manos.

Estar preparado es una suma de aptitud (las notas) y de actitud (las ganas). La segunda se puede trabajar de pequeños con la primera, a base de ir consolidando los pequeños logros escolares de cada día, que hacen crecer la autoestima y fortalecen la seguridad personal de cara al futuro. Por eso el comentario final de la profesora es demoledor: "También pienso que no deben de sentirse lo suficientemente preparados. Muchos saben que se los ha aprobado con una manga ancha que quizás no toca". Oírlo duele.