Palacio de la Generalidad.
Joan B. Casas, Joan Font, Modest Guinjoan, Guillem López-Casasnovas i Ramon Vallbé
16/12/2023
3 min

Los abajo firmantes pensamos que es hora de exigir responsabilidad a quienes hoy están liderando nuestro país. A la altura de la jubilación y con un registro bastante conocido de trabajo, es un clamor que hacemos a título personal, pero estamos seguros de que podríamos sumar una lista larga de personas y colectivos con trayectorias similares al servicio del país.

Nuestros políticos actuales deben reconducir sus disensiones, desde los herederos del catalanismo más tradicional hasta el independentismo más abanderado. Deben dejar de reprocharse entre ellos las vergüenzas de lo que hubiera podido ser y no ha sido, para conciliar de una vez intereses y esfuerzos hacia un horizonte mayormente compartido.

Lo que está pasando en el país sin duda lo exige –ahora con la educación, la lengua, la financiación– y es preocupante la semilla que están poniendo para lo que puede venir –los equilibrios sociales, territoriales y medioambientales, entre otros– . De lo contrario, nosotros, y tanta gente que conocemos (entre ellos JB Culla, en cuya memoria escribimos este artículo), nos sentiremos definitivamente defraudados, con el mayor rechazo que puede sentir quien ha estado luchando con proximidad a esas trincheras: el de no ser correspondido. Sin prebendas ni honores, hemos intentado situarnos cercanos a las causas justas del país, fuera quien fuera quien partidariamente las representara en el Gobierno; por eso nos creemos legitimados para exigir esta responsabilidad.

Hasta ahora, la adhesión ha sido muy grande por parte de todos aquellos que hemos mantenido el compromiso en los objetivos y hemos realizado esfuerzos de aceptación y comprensión de todo lo que se ha mostrado como error político. Sin embargo, hemos dado nuestro apoyo a quienes lideraban el país habiendo valorado la dificultad de la actuación de nuestros gobernantes, la complejidad de la coyuntura y la hostilidad de un entorno no tan democrático como sería exigible. Así, hemos contribuido lo máximo que hemos sabido, sobre todo desde nuestra labor profesional, a lo que pensábamos que mejoraba el bienestar de nuestros conciudadanos. Hemos estado presentes, opinado y luchado contra las injusticias que hemos creído que sufría Cataluña sin otra compensación que pensar que aquellos esfuerzos y propuestas servían a los intereses conjuntos. Hemos denunciado la financiación, la carencia de infraestructuras, el mal vivir de una economía estresada, handicapada en sus objetivos de prosperidad, y una sociedad de peaje que suple con el bolsillo propio aquellas deficiencias sociales. Muchos de nosotros hemos propuesto alternativas; algunas han tenido acogida contra viento en el ámbito social y económico, y otras han engordado documentos y pactos que nadie ha utilizado. Nos hemos esforzado en argumentar realidades empíricas observadas, aunque incómodas: unas relaciones fiscales injustas, una explotación casi colonial del trabajo y de los medios naturales del país, entre otros. Hemos procurado que no se dinamitaran puentes con el Estado allá donde nos ha tocado trabajar, contra el más cómodo reproche delestá perdiendo el tiempo, no hay nada que hacer con España. Muchos hemos mantenido el tipo a pesar de las consecuencias sufridas.

Ahora, pues, creemos que toca la alícuota simétrica y exigimos responsabilidad y acuerdo a quienes dirigen el país para no desmenuzar el legado recibido. Reclamamos lealtad por todos aquellos sacrificios hechos por miembros de la sociedad, de la academia, de las empresas, de los profesionales independientes, de las asociaciones, que han diagnosticado y hecho propuestas sobre la política necesaria para el bienestar de Cataluña. Exigimos fijación de objetivos comunes mínimos y explícitos y honestidad en el día a día. No es aceptable continuar con ese reproche constante en el que viven hoy los partidos.

Nuestro país no puede permitirse esta manera de hacer política aceptando que muchas de estas cosas son signos de los tiempos en una democracia que sin haber nacido del todo está envejeciendo mal.

Ni un minuto más de esta manera de hacer política a riesgo de perder la base en la que durante mucho tiempo Cataluña se ha podido sostener.

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