

Abascal recibe en Madrid a Orbán, Salvini y Le Pen, la plana mayor de la extrema derecha que gana espacio en toda Europa, rompiendo los tabúes del pasado ante la pasividad de las derechas manifiestamente desconcertadas. ¿Conservadores y liberales no saben o no quieren detener la irrupción del autoritarismo posdemocrático? De momento, se impone una incómoda prudencia que solo sirve para que la extrema derecha vaya sintiéndose cada vez más normalizada. Y en este sentido el PP es precursor: pese a que Vox le come terreno y le roba protagonismo, es incapaz de plantarle cara. Lo instaló en la gobernanza autonómica como socio y lo festeja con cierto riesgo, porque el traslado de su voto hacia Abascal es cada vez más relevante.
Una parte creciente de la derecha europea ni se siente con la fuerza necesaria para presentar batalla contra la extrema derecha ni está segura de que sea la estrategia adecuada a sus intereses. El tiempo pasa y la extrema derecha sigue en alza. El final del tabú democrático se va concretando y las derechas van haciendo suyo el giro hacia el autoritarismo posdemocrático.
Evidentemente, la victoria de Trump, su despliegue narcisista, el poder de la tecnocasta que lo utiliza brazos arriba y menospreciando la democracia, debería agravar la incomodidad de las derechas convencionales. ¿Qué esperan? ¿El momento de acercarse a ellos sin complejos y compartir con la extrema derecha? Aunque el cuerpo se lo pida, es evidente que es arriesgado porque pueden quedarse atrapados en la aventura. En todo caso, ahora mismo la extrema derecha está marcando el paso en Europa y en los próximos meses serán decisivos según cómo continúe el despliegue desmedido de los delirios de Trump, que encadena un disparate tras otro sin que quede claro cómo deben hacerse realidad sus fantasías. Pero apostarlo todo a un hipotético fracaso de Trump es un engaño, los que mandan son otros. Y seguirán.
La última extravagancia de Trump hace subir la tensión: la cesión de Gaza a Estados Unidos una vez deportados los palestinos para que hagan "uno de los lugares más maravillosos del mundo" quedará como un icono universal de la infamia. Y no vale consolarse pensando que Trump puede descarrilar por sus excesos y que esto hará que vean la luz una parte de los que ahora lo miran con una mezcla de envidia y admiración por su descaro. Davos ya dejó constancia de que buena parte del poder económico le compra las gracias, y, tal como van las cosas, las derechas europeas harán seguidismo con un riesgo alto de que la extrema derecha se las zampe. El discurso de las nuevas élites tecnológicas desborda a la derecha, en la medida en que hacen de la democracia el problema. ¿Será el autoritarismo posdemocrático que ya toma cuerpo en EE.UU. y que está penetrando en Europa la fórmula del futuro? No nos podemos dormir.