Falsas soluciones para el problema de la vivienda
Hace pocos días, la editorial del ARA se titulaba “Contra el problema de los alquileres, parque de vivienda pública” y afirmaba, entre otras cosas, que “la solución más efectiva sería que existiera un gran parque de vivienda pública que fuera capaz de acondicionar los precios del mercado. Esto es lo que ocurre en ciudades como Viena y su área metropolitana, donde hace más de un siglo que la vivienda está en buena parte gestionada por la administración”.
Envié un mensaje a la directora manifestándole que, en mi opinión, esta afirmación es errónea, y ella me invitó a exponer mis argumentos en forma de artículo.
Que la solución propuesta es falsa se puede probar de varias formas. Empecemos con un ejemplo teórico. Imaginemos una ciudad en la que hay 8 viviendas idénticas disponibles para alquilar pero 10 familias interesadas en ocuparlas. Necesariamente, dos de ellas no podrán conseguirlo y tendrán que marcharse de la ciudad. ¿Cuáles? Si ordenamos a las 10 familias por su poder adquisitivo de la 1 (la que menos) a la 10 (la que más), el mercado libre expulsará (gentrificará) las familias 1 y 2, y el resto encontrarán alquiler a un precio alto. ¿Cuál? Lo que la familia 2 encuentre excesivo y la haga desistir.
Ahora suponemos que el ayuntamiento de otra ciudad, donde la situación era la misma, interviene expropiando dos viviendas y ofreciéndolas a un alquiler bajo. El Ayuntamiento se verá obligado a seleccionar a los beneficiarios de entre los muchísimos interesados. Supongamos que utiliza un criterio “social” y les asigna a los más necesitados, las familias 1 y 2. Es obvio que la situación de los más vulnerables es mucho mejor en esta segunda ciudad que en la primera. Ahora bien, ¿qué ocurre con el resto de familias? El mercado libre sólo dispone de 6 viviendas para las 8 familias que buscan alquilar. Ahora son la 3 y la 4 las que tendrán que irse de la ciudad. ¿Y el resto? El resto –de la 5 a la 10– sí encontrarán alquiler. ¿A qué nivel? A aquel que haga desistir a la familia 4. Por tanto, el alquiler en la ciudad donde hay un parque público es más bajo para los ocupantes de este parque, pero más alto para el resto.
Alguien podrá decir que todo esto es muy teórico, y que la realidad no funciona de esta manera. Para quienes prefieran los argumentos prácticos, les diré que disponemos de innumerables casos reales en los que un gobierno ha proporcionado un producto escaso a un precio bajo sin que esto haya significado que el mismo producto deje de venderse a un precio alto o altísimo en el mercado libre. Ocurrió con los alimentos en la posguerra española y pasa hoy en Cuba.
Para solucionar el problema de la vivienda lo que hace falta es entender que si la tenemos es porque la cantidad de personas que quieren vivir en la ciudad está creciendo demasiado rápidamente, y que esto ocurre porque estamos atrayendo en exceso. Lo estamos haciendo de muchas formas: creando start-ups, especializándonos en educación superior para alumnos extranjeros y, sobre todo, atrayendo a turistas. Todas estas actividades tienen su cara positiva (unas más que otras), pero todas encarecen la vivienda y hacen que necesariamente alguien tenga que irse de la ciudad.
Dos consideraciones finales.
La primera es que la solución tampoco es construir más viviendas, como dicen muchas. Es necesario construir viviendas, sin duda, pero esta no es la solución sencillamente porque es imposible construir al ritmo al que está creciendo la población catalana actualmente. Viena no es más barata que Barcelona porque haya un gran parque público, sino porque la población austríaca (mayor que la catalana) ha ganado menos de un millón de habitantes en lo que va de siglo, mientras que Cataluña la ha ganado casi dos. En caso de hemorragia, una transfusión de sangre puede ser necesaria, pero la solución es detenerla taponando la herida. De la misma forma, la solución a nuestro problema de la vivienda es frenar el crecimiento de la población, lo que significa que debemos ser más selectivos a la hora de crear puestos de trabajo. La reducción de las plazas turísticas es, sin duda, lo primero que hacer.
La segunda consideración es de carácter político. En el ejemplo teórico, los beneficiarios de la intervención pública eran las familias 1 y 2, las más vulnerables. El resto de inquilinos resultaban perjudicados: 3 y 4 porque se veían obligados a marcharse y el resto porque pasaban de pagar un alquiler alto a pagar un alquiler altísimo. En la Europa contemporánea 1 y 2 son típicamente inmigrantes y 3, 4 y 5 son trabajadores autóctonos. No debe sorprendernos que sean precisamente 3, 4 y 5 los que estén dejando de votar izquierda en favor de la derecha xenófoba. Si en serio nos importa frenarla, nos conviene dejarnos de soluciones voluntaristas, pero equivocadas, y afrontar los problemas como son.