Un fantasma recorre el mundo: el fantasma del machismo

Un chico y una chica caminando por el pasillo de una facultad
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Estudios recientes muestran un crecimiento preocupante de las actitudes machistas entre la juventud de España, un fenómeno del que se ha hecho eco este diario en varias ocasiones (por ejemplo, el 15 de enero de este año, o en mayo de 2023). Spain is different, ciertamente, pero en este tema, desgraciadamente, no es tan diferente a su alrededor: un estudio muy reciente de la ONU muestra tendencias muy similares tomando datos de siete países occidentales (Austria, Dinamarca, Francia, Polonia, España, Suecia y EE.UU.). Por ejemplo, mientras que un 20% de los hombres de entre 35 y 55 años se muestran de acuerdo o muy de acuerdo en que “la labor de un hombre es ganar dinero, y la de una mujer cuidar la casa y la familia”, esta cifra sube hasta un 31% entre los jóvenes de entre 16 y 34 años. La fotografía es similar para otras afirmaciones, como “es más importante para los niños que para las niñas lograr una educación universitaria”, “una mujer no debería ganar más que su marido” o “una mujer debería tener la libertad de decir NO a las relaciones sexuales con su marido/pareja”. Sistemáticamente, los jóvenes de 16-34 años dan respuestas más conservadoras y machistas que los adultos de 35 a 55. Y lo que es peor: si ampliamos la muestra a los 20 países del estudio (que incluye, entre otros, Japón, India, Senegal y Filipinas), las tendencias son las mismas: los jóvenes (generación Z) son más machistas que los adultos (milennials, generación X y boomers).

Este creciente machismo va de la mano de un crecimiento de actitudes iliberales entre los jóvenes (y solo los jóvenes) de todo el planeta. En Corea del Sur, Estados Unidos, Reino Unido y Alemania nos encontramos con que, desde hace una década, la juventud se está polarizando: mientras que las mujeres jóvenes cada vez toman actitudes más liberales, los hombres jóvenes son cada vez más conservadores. Como todos los fenómenos sociales, este es tremendamente complejo y no es sencillo encontrarle explicaciones. En todo caso, sí existe un cierto acuerdo entre los expertos sobre dos factores clave: resentimiento económico y burbujas en las redes sociales.

Durante los últimos años hemos aprendido que el estancamiento económico resulta en resentimiento sexista, xenofobia y voto a la ultraderecha. Cuando los hombres apenas pueden llegar a fin de mes, pierden estatus social y creen que las instituciones públicas son injustas es más probable que se opongan a los avances de las mujeres (y, de paso, también de los inmigrantes). Asimismo, también crece la mentalidad de suma cero: “tus ganancias son mis pérdidas”, que se acentúa en clave sexista. Algunos estudios explican que esto ocurre porque estas generaciones han crecido en un entorno de inestabilidad y precariedad económicas: mientras que los que crecieron en un período de progreso económico tienden a pensar que todo el mundo puede enriquecerse a la vez, los que han crecido en períodos más desfavorables tienden a pensar que el enriquecimiento (de unos) solo puede darse a expensas del empobrecimiento de otros. Y así piensan muchos jóvenes: si las mujeres van mejorando profesional y socialmente, es a nuestra costa.

El otro factor determinante son las redes sociales, que de algún modo contribuyen a expandir un fenómeno que hasta hace poco ocurría solo en China. Allí, debido a la política de hijo único, en las ciudades muy pocos hombres jóvenes tienen una hermana, con lo que esto implica en términos de entender las preocupaciones y necesidades de las mujeres. Pocas interacciones implican poca capacidad de empatía. De forma similar, hoy en día los algoritmos de TikTok, Instagram y YouTube hacen que los usuarios acaben consumiendo vídeos y materiales muy afines a sus preconcepciones, y que se acaben agrupando en círculos de gente que piensa y se comporta de forma idéntica. A esto cabe sumar el hecho de que los (y las) jóvenes se relacionan mucho más a través de las redes y mucho menos en persona que las generaciones precedentes. De esta forma, para los jóvenes de hoy las posibilidades de conocer versiones alternativas de la realidad y poder empatizar así con las mujeres y chicas se ven alarmantemente reducidas.

Pese a que este artículo apunta a dos factores, nos queda mucho por poder entender los porqués de esta polarización entre los jóvenes, y poder poner manos a la obra y combatir el fantasma que recorre el mundo y que tiene por nombre machismo. Las actitudes no se cambian de un día para otro, y cuanto antes se pongan recursos sobre la mesa antes podremos intentar revertir esta preocupante situación.

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