Casas derruidas por el paso de la DANA en el municipio de Picanya, en la Comunidad Valenciana.
02/11/2024
2 min

La DANA nos encoge. Nos hace sentir la impotencia humana que la naturaleza pone en evidencia cuando suelta su furia y nos recuerda la precariedad de una especie que demasiado a menudo pierde la noción de los límites.

La tragedia nos interpela. Y a menudo no queremos escucharlo, la dinámica nos lleva a pasar el duelo deprisa y volver a la senda del olvido. ¿Qué parte de la tragedia es imputable a la acción humana? No vale atrincherarse en la fatalidad. La humanidad ha avanzado por la vía del progreso tecnológico, poco a poco durante la mayor parte de su existencia pero con una aceleración espectacular a partir de la modernidad, que en este inicio de siglo se ha disparado de forma exponencial. En este proceso, la degradación del planeta, el impacto sobre la atmósfera, sobre la envoltura que protege la vida, está adquiriendo niveles extraordinarios. Los instrumentos que tenemos son mucho más potentes, pero la degradación del planeta con los gastos energéticos que todo ello exige, también. El riesgo crece, hasta llegar a generar asombrosas pérdidas del sentido de la realidad. Y las relaciones de poder cambian. Algunas grandes multinacionales, lideradas por personas todopoderosas que creen que el mundo está a su disposición, ejercen cada vez más peso sobre el poder político y sobre la ciudadanía. ¿Qué le importa a Elon Musk la degradación del planeta? Y se ganan a la gente atrapándolos en la mentira.

Los gobiernos se han dejado arrastrar por las dinámicas de poderes económicos que quieren convertir cada pedazo de la tierra en negocio. Y así se ocupan impunemente los territorios, construyendo donde sea necesario, sin ninguna consideración por los riesgos que generan. Y ahora –una vez más– en Valencia las aguas han barrido casas y edificios –con personas dentro– que no debían haberse construido nunca donde estaban. Y todo tipo de equipamientos construidos desde la imparable lógica especulativa, donde no tocaba, se han visto desbordados por el agua que bajaba desenfrenada. Pasará esta DANA y seguiremos igual. Y volveremos a lamentarnos en la próxima tragedia. Y algunos dirán que son inevitables riesgos. El precio del progreso. ¿Cómo se lo explicamos a las familias de los fallecidos?

La DANA interpela también a la política: la frivolidad de quienes sólo piensan en compensar a quienes mandan, es decir, ciertos poderes económicos. La DANA es una catástrofe, una fatalidad contra la que nada se puede hacer, dicen. Siempre estaremos en peligro, todos lo sabemos, y todos somos conscientes de la precariedad de un ser que vive cuatro días. Pero se podría hacer mucho más si la política fuera capaz de poner en su sitio los poderes –que son gente como nosotros–, que cada vez de forma más evidente marcan el camino y creen que todo les está permitido. Y ya se están cargando las democracias que quedan. Veremos qué noticias llegan de América el próximo martes.

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