Urbanización, terrenos agrícolas y bosque. La diversidad de la sierra de Collserola.
13/09/2025
3 min

Cuando el fuego muestra su poder destructivo cerca de una casa o de los cultivos que son el resultado del esfuerzo de muchas generaciones arraigadas en esa tierra es imposible no conmoverse. Sería una gran insensibilidad decirles que sólo es una chispa de lo que está ocurriendo en el planeta.

¿Cómo explicar que el fuego es inherente al bosque y que los humanos durante milenios controlábamos su furia, quizás sin saberlo? Del bosque obteníamos la energía necesaria para calentarnos, para cocinar, para muchos caballos de energía cuando aprendimos a regular el vapor, porque durante mucho tiempo lo que hacía mover a buena parte de la industria y del ferrocarril eran productos que se extraían del bosque. No hacían falta planes de gestión forestal, ni expertos en protección que dijeran a nuestros antepasados ​​que las masías debían construirse en colinas soleadas alejadas del bosque, pero que había que ir a buscar leña. Todos los humanos eran como hormigas que retiraban combustible de los bosques. Había que los troncos de cuyos árboles queríamos utilizar la madera fueran de gran diámetro. Los pequeños rebrotes que impedían generosos diámetros de hayas, robles, castaños y otros árboles que señoreaban en el bosque se utilizaban para la vida cotidiana con una naturalidad que ahora nos cuesta imaginar.

La aparición de combustibles más cómodos fue dejando vegetación que antes nos era útil en el bosque, y éste se fue densificando. Cada primavera brotan abedules, alisos y placenteras trepadoras, y desde hace más de un siglo ya no vamos a buscar combustible. Cada año acumulamos más posibilidades de fuego forestal y de mayor furia del fuego.

Los cambios de modelo económico, energético, industrial, social tienen consecuencias que antes se corregían con la suma de acciones individuales. Pero esto ahora ya no es posible, y quien actúa en nombre del interés general, es decir, la administración, debe encontrar una forma distinta de impedir las consecuencias negativas de los cambios de modelo.

Algunas boscanas donde se ha seguido retirando el combustible sobrante y se ha procurado conseguir individuos arbóreos maduros y sanos mantienen la espléndida complejidad de este gran tapiz verde que llamamos bosque.

Es difícil hablar de cómo arrancaremos zarzales y plantas trepadoras, que debemos retirar más de la mitad de la masa forestal y romper, con la presencia de cultivos, la terrible continuidad del verdor que tapiza los macizos que seguro que un día quemarán.

Si el modelo clásico de familia campesina no puede garantizar la recuperación de bosques fértil y despejados, habrá que pensar en una explotación agraria diferente, adaptada a la nueva sociedad. Si no podemos ni queremos volver a la cocina económica, debemos pensar en calentar los grandes edificios (cárceles, institutos de enseñanza, hospitales) con biomasa de origen forestal. Por otra parte, el bosque acabará ardiendo y las altas temperaturas y la terrible acumulación de combustible nos ofrecerán unos incendios furiosos que superarán la capacidad de extinción incluso de los mejores sistemas de extinción. El humo de estos grandes incendios empeora la acumulación de dióxido de carbono; en cambio, si la retirada y el aprovechamiento se realizan correctamente, el humo lo podemos filtrar.

Pero cuando vemos una docena de árboles bien apretados cerca de una urbanización y las trepadoras festejandolos, lo calificamos de patrimonio vegetal, sin darnos cuenta de que nunca el bosque había sido tan peligroso y tan habitado. A mí también me gusta tomar fotografías a la frondosidad, siempre da sensación de frescura, y es una trampa para nuestro sentido de protección. Un incendio que avanza a más de mil grados convertirá esta vegetación tierna y frondosa en hojas secas que arden antes incluso de que lleguen las llamas.

Hace quince años intentamos empezar por el Bages, con una instalación de quema de biomasa forestal en la cárcel de Lledoners, y unas brigadas de presos en programas de reinserción que realizaban, a pequeña escala, trabajos de gestión forestal; el proyecto lo hacía a gran escala. Los que nos sustituyeron lo detuvieron. Era sólo una gota en el océano.

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