¿Y si fueran los hombres?

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Condena al nuevo feminicidio en Cataluña.

Los asesinatos inhumanos e injustos de mujeres no cesan. Pero, a pesar de la recurrencia de estos dolorosos feminicidios, seguimos con una falta de respuesta social extrema. Y esto ocurre porque somos las mujeres las que morimos asesinadas por el mero hecho de serlo.

De hecho, si hiciéramos un ejercicio de inversión de roles de género (ahora que Barbie los ha puesto de moda) en cuanto a la violencia o los asesinatos, y fueran los hombres los que murieran de forma reiterada, por el mero hecho de serlo, a manos de las mujeres, o que tuvieran las vidas arañadas por la violencia sexual o tuvieran que lidiar con las desigualdades del día a día a las que hacemos frente las mujeres, esto ya habría terminado hace muchos años.

Porque, si los hombres fueran el blanco social, todos los medios de comunicación abrirían sus ediciones con esta información, pero no solo para hacer el recuento, sino buscando profundidad. Se daría espacio prioritario a estos temas, y no solo porque quien dirige tiene sensibilidad, sino porque sería "el tema" y no una simple noticia en el apartado de sociedad. Seguro que se reduciría la tertulia política y se generarían más minutos de reflexión sobre lo que está pasando socialmente. No se hablaría solo en los días en los que se produce un asesinato, sino que sería algo que estaría bajo los focos a diario, porque sería la urgencia social. Y a nadie le parecería excesivo.

Sería inaceptable y ridículo que la cuestión se tratara en tertulias donde todo el mundo se atreve a dar su opinión con barbaridades que denotan una falta de conocimiento absoluto, y se buscaría personas expertas, como se hace con los temas que se califican de esenciales y complejos.

Las negociaciones políticas que estamos presenciando estos últimos días se focalizarían ante todo en un frente común contra esta violencia, y no se avanzaría en ningún otro aspecto sin acordar antes medidas de choque ante la gran amenaza del país. Porque, según el marco patriarcal, si algo afecta a los hombres afecta a toda la población, mientras que si atenta contra las mujeres, podemos relajarnos un poquito más, porque eso va solo contra ellas.

Si las mujeres fuéramos las autoras de estas agresiones o asesinatos, estaríamos constantemente señaladas, porque no se culparía a los hombres de cómo se relacionan, cómo se visten o qué comportamientos tienen para sufrir esas agresiones. El embate contra las mujeres sería implacable. Nos exigirían constantemente que nos planteáramos qué nos pasa, qué carajo hacemos las mujeres para generar tanto dolor y sufrimiento. Seguro que habría un ultimátum: u os ponéis las pilas o aquí no os queremos, porque esta violencia es cosa de las mujeres. Son las mujeres las que la generan, por tanto, responsabilizaos de que esto cese. Y no se aceptaría un “No todas somos así” o “No nos ataquéis a todas”, sino que se esperarían, y con urgencia, acciones y respuestas.

Socialmente se sería implacable ante la negación de esta violencia, y habría consecuencias legales graves para quien alimentara sus postulados. Asimismo, no se abonarían las tesis sobre las denuncias falsas, por ejemplo, porque nadie dudaría de la credibilidad de las víctimas. Los partidos que hicieran apología de todo este fenómeno estarían ilegalizados, y se haría un cordón sin grietas para que cayesen en el ostracismo.

Se destinarían recursos de todo tipo a la prevención para combatir estas ideas si se viera que siguen vigentes entre la gente joven, y serían catalogados de absurdos los discursos que quieren asimilar la violencia por cuestión de género a otras violencias como las domésticas. No habría sombra de duda ni entre la academia.

También habría fondos intocables de ayudas y recursos para las víctimas y sus entornos, con unas buenas condiciones para el personal que trabaja, porque serían ámbitos prestigiados.

Las políticas contra estas violencias tendrían un apoyo absoluto y serían aplaudidas, y sus responsables (al ser un tema prioritario, lo dirigiría un hombre) serían considerados una auténtica referencia, y no se los dejaría solos ni se los castigaría políticamente. Y el deep state (donde está el poder duro), junto con el sistema judicial, se convertiría en uno de los aliados más claros en este combate, y buscaría todos los subterfugios para luchar contra esta lacra (no olvidemos que esta violencia también podría afectarlos a ellos). Estos temas serían recurrentes entre el establishment y se realizarían acciones económicas y sociales contra aquellas empresas, colectivos, instituciones... que alimentaran las raíces de esta violencia contra los hombres, que seguro que sería catalogada de guerra contra nuestra sociedad. Y todo el mundo tendría claro que pronto se acabaría con esa violencia.

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