En Barcelona no se puede vender ni cultivar marihuana, ni promover su consumo.
09/10/2024
2 min

Ilusiona mucho ver la creatividad y emprendimiento de los mossos d'esquadra que traficaban con marihuana decomisada. Para evitar que los pillaran "jugaban con el peso" del material requisado, leemos en el ARA: “Ponían como excusa que las plantas se podrían y perdían agua, por lo que pesaban menos que en el momento en que se habían intervenido”. Ni que decir tiene que, como suele ocurrir en estos negocios herbolarios, “el engaño también estaba entre los grupos de confianza que había entre ellos”.

En mi salvaje adolescencia me dediqué, como la mayoría de compañeros de ruralidad, a cosechar avellanas para obtener unos ingresos que nos permitieran ir, de vez en cuando, a la discoteca HH, de Granollers, y pedir el ya clásico "Cointreau amb pinya". Al final del día, a la hora de pesar el saco y saber qué nos correspondía (el campesino te pagaba por kilos cosechados), había dos trampas que hacer: poner alguna piedra en el saco o echar agua. Pero era una pequeña astucia (que el campesino hacía ver que no veía) mucho más elaborada que la de nuestros amigos. "La planta se ha podrido y ha perdido agua", exclamaba uno. Y todos los demás hacían que sí con la cabeza, a la que vas a parar. No sé si los que se tragaban la bola hacían como el payés nuestro, o quizás sí que lo creían, y pensaban que las plantas estas deben guardarse congeladas, como el perejil, que si lo tienes muchos días en una jarrita de agua se languidece y se pudre. Me parece una excusa buenísima por improvisada, como la que dices cuando el tió no ha terminado de comerse la mandarina. La única explicación que le encuentro es que los ideólogos de la bola y los receptores de la bola eran en ambos casos fumitas, lo que te hace relativizar mucho algunos aspectos científicos de la existencia.

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