Gana la violencia

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Dani Carvajal celebrando la victoria en la Eurocopa

“Este tipo de violencia no tiene cabida en Estados Unidos” decía el presidente Joe Biden tras el tiroteo que se produjo en el mitin de Donald Trump, en el que una bala le frotó la oreja. Si alguien dice “este tipo de violencia” ¿quiere decir que hay otros tipos de violencia que sí tienen cabida? La respuesta es evidente, y más en el caso de EE.UU., que en buena parte se caracteriza por su violencia, ejercida dentro y fuera, aunque muchos de sus habitantes estén en contra. Pero en realidad no existe ningún país en el mundo libre de violencia. Ni libre de hipocresía. Donald Trump ha llamado a la violencia contra la democracia, contra las mujeres, contra los inmigrantes y la violencia llama a la violencia, pero corremos todos a ponernos las manos en la cabeza ya enviar muestras de solidaridad a un extremista declarado. No hace falta recordar que el presunto autor de los disparos era un chico que cogió un arma legal de su padre, que compró las balas en una tienda como quien compra unas pilas, y que vive en un país donde se justifica el armamento como defiende, pero se termina utilizando para elataque porque, naturalmente, cada uno tiene derecho a defenderse de quien crea, sean niños, adolescentes, homosexuales, negros, o gente que comía una hamburguesa en un restaurante.

El esperpento de ramplonería testosterónica que se ha vivido con la victoria española en la Eurocopa, aparte de mucha vergüenza ajena, también ha generado violencia. Se ha ejercido durante las celebraciones, destrozando mobiliario urbano y con unas proclamas de extrema derecha que profundizan en la ignorancia y maldad del personal. Destrozar el mobiliario urbano puede ser vandalismo o terrorismo según el juez de turno, y socialmente puede estar mejor visto o peor visto cuando es la celebración lo que se te ha ido de las manos (me cuesta mucho entender que la felicidad te lleve a destrozar cosas) o cuando es una manifestación de protesta, sea anticapitalista o soberanista, pongamos por caso. Porque el silencio atronador de los defensores de los contenedores durante estas celebraciones también ha sido muy violento. Yo no soy partidaria de los destrozos, ni públicos ni privados, porque siempre hay alguien que debe recogerlos, pero tampoco puedo entender que se proteja antes un contenedor que una persona que sufre una injusticia. Volvemos a la selección ejemplar ya la violencia que genera magnificar a unos chicos que chutan una pelota con gracia, como si eso les hiciera mejores que los que cuidan a las personas mayores, las que limpian, hacen de médicos o de comerciantes, y viven dignamente en un país donde tienen todo el derecho a vivir, al igual que los futbolistas de aquí pueden ir a vivir a Qatar, Japón o donde les salga de las botas.

Pero la violencia más dolorosa es la que en medio de todo ese ruido sigue silenciando el terrorismo machista. Despreciándolo. Porque mientras el fútbol masculino y Trump ocupaban todo el espacio, en menos de 24 horas eran asesinadas dos mujeres en Catalunya a manos de dos hombres y nadie dedicó más que un titular. Como si esa violencia no fuera la pandemia que nos desangra, como si ya estuviera asumida con naturalidad y resignación. Desde que ha comenzado este 2024, cada tres días ha habido un feminicidio en España. En Cataluña ya han sido asesinadas 13 mujeres. Pero el tema cansa.

No nos es ajeno que un joven coja un arma. No nos extraña que un hombre mate a una mujer. No nos sorprende que una victoria se celebre con racismo. O quizás sí. Pero hemos abandonado la posibilidad de un mundo más libre y menos violento.

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