Restos del edificio más alto de Gaza, destruido por la aviación israelí.
18/09/2025
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Las palabras del titular no son mías, sino del ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, quien, en el transcurso de una conferencia inmobiliaria en Tel-Aviv, no tuvo reparo en enunciar sin tapujos los verdaderos motivos de la invasión de Ciudad de Gaza y de toda la Franja: "La Franja de Gaza. "Hemos invertido mucho dinero en esta guerra y ya hemos hecho la primera fase, que es la demolición. Ahora toca la reconstrucción". Auguró una época de "bonanza inmobiliaria" y subrayó el hecho de que se trataba de "una gran oportunidad de mercado". Smotrich tiene 45 años, se declara abiertamente supremacista, milita en el ultraderechista Partido Sionista Religioso y se formó en la Universidad Hebrea de Jerusalén y en el Ono Academic College, una elitista universidad privada en Kiryat Ono, donde quizás le enseñaron a expresarse con esa crudeza frontal y. Smotrich, en cualquier caso, personifica el perfil de joven león triunfal que postulan las derechas globales: arrogante, frío, implacable, sin escrúpulos morales de ningún tipo porque se les sabe justificar todos. Para él, que los palestinos deben ser masacrados en nombre de la democracia y el derecho de Israel a defenderse es un implícito y, como tal, no hace falta ni mencionarlo. Lo demás es una simple cuestión de pasta. De mucha pasta.

Lo que ha dicho Smotrich, de hecho, ya ha sido apuntado en varias ocasiones por los gobiernos israelí y estadounidense. Cuando Netanyahu y Trump hablan del desplazamiento de la población palestina hacia Jordania o Egipto (y, de paso, señalan a estos terceros países como parte del problema, por su negativa a aceptar este desbarajuste poblacional), cuando Trump insiste en que darán a los palestinos lugares "muy bonitos" para vivir, con ese paternalismo repulsivo. Se trata, lisa y llanamente, de expulsar a los palestinos de su país, de agrado (entre comillas) o a la fuerza. Dejándose deportar de su casa o siendo masacrados. Evidentemente, el famoso vídeo realizado con IA por Elon Musk cuando todavía era amigo de Trump, en el que salían ellos mismos y Netanyahu de farra en una Palestina transformada en un gran complejo turístico, era algo más que una fantasía o una broma de mal gusto: era un proyecto inmobiliario. Una gran operación de ladrillo y cemento (y turismo, por supuesto). Para llevarla a cabo, los gobiernos israelí y estadounidense sólo necesitan una cosa: una Palestina sin palestinos.

Los rehenes son la trágica excusa que los fanáticos de Hamás regalan a Netanyahu y sus cómplices. Pero la motivación real ya sabemos cuál es. Bombardear campamentos de refugiados o matar a niños de hambre son sólo medios para lograr un buen negocio. La pregunta de qué ha ocurrido para que Israel haya llegado al punto en que se encuentra es oportuna: la evolución de sus gobiernos —de los kibutz al turbocapitalismo, para entendernos— seguro que es uno de los factores a tener en cuenta. Mientras tanto, muchos ya harían su reserva en un gran hotel en primera línea de mar en Gaza.

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